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Inclusión y salud financiera: Transversalidad de la hoja de ruta para agendas de investigación y de política pública

Las decisiones financieras, los marcos regulatorios prudenciales y de protección al usuario financiero, las capacidades financieras, y el contexto económico y social en el que las personas habitan, determinan su salud financiera.
Foto: Carlos Montano, Concurso de Fotografía CGAP 2016.

Durante las últimas décadas, el discurso sobre la importancia de la inclusión financiera y las medidas para promoverla se ha exacerbado como nunca. Distintos trabajos a nivel micro y macroeconomía muestran como promover un mayor acceso financiero entre la población puede afectar positivamente a los hogares y a la economía en su conjunto, especialmente los individuos en situación de pobreza (Burguess y Pande, 2005; Bruhn y Love, 2009; Deaton, 2010; Di Giannatale y Roa, 2019). No obstante, los trabajos y debates más recientes muestran como el hecho de tener un producto financiero -medida o indicador habitual de la inclusión financiera- no se traduce en una  mayor salud o resiliencia financiera (Gallup, 2018; Arellano y otros, 2019).

El concepto de salud y bienestar financiero

En el último año las miradas de hacedores de política han dado el salto al concepto de salud y bienestar financiero. En algunos casos pareciera que el debate sobre la inclusión financiera se ha agotado y hay que cambiar de concepto o discusión. No obstante, en su mayor parte, el surgimiento e interés de estos conceptos es genuino, y tiene que ver con reconocer y profundizar en las distintas y numerosas aristas y dimensiones de la inclusión financiera, más allá de la tenencia de un producto financiero.

La salud financiera captura hasta qué punto las finanzas posibilitan o se alinean con las preferencias y necesidades de los individuos.  Instituir el hábito del ahorro, planear y establecer objetivos financieros de corto y largo plazo, el buen repago del crédito, autocontrol en relación con el gasto, y autonomía a la hora de gastar, se han utilizado entre otros, como proxys de la salud financiera. En general, estos indicadores se desarrollan a partir de distintas preguntas de encuestas a hogares.

Además de su medición y definición -tareas que ocupan la mayor parte de las agendas en este tema-, para promover estos comportamientos los esfuerzos se deben dirigir a entender cuáles son los determinantes de estos comportamientos para después establecer medidas y políticas públicas que los promuevan. No partimos de cero para ello.

Las decisiones financieras de los hogares importan

Muy numerosos y variados han sido los estudios dentro de la teoría económica durante años e incluso siglos en entender las decisiones de los hogares. De las distintas escuelas y teorías económicas, tradicionalmente los comportamientos financieros se saben dependen de las características demográficas, socioeconómicas y preferencias temporales y de riesgo (Fisher, 1930; Keynes, 1936; Modigliani y Brumberg, 1954; Friedman, 1957). Ya en las últimas décadas se han establecido otros determinantes, como las preferencias sociales y altruistas, la confianza y el capital social, las características cognitivas y no cognitivas (o habilidades blandas), los sesgos cognitivos, la educación financiera, y el contexto social y cultural, entre otras (Lusardi y Mitchell, 2014; Karlan y otros, 2014; Di Giannatale y Roa, 2019; Roa y otros, 2019).

"El desarrollo de indicadores que permitan medir y profundizar en estas dimensiones es valioso, así como el análisis cuantitativo y cualitativo que se puede hacer con estos para tratar de identificar los determinantes de la salud financiera. Todo ello permitirá establecer prioridades, segmentar a la población y ser la base para el diseño y aplicación de las políticas que traten de promover de manera efectiva tanto la salud como la menor vulnerabilidad financiera".

¿Cómo promover comportamientos financieros saludables?

Las medidas para promover los comportamientos financieros saludables deben tener en cuenta estos resultados. Se han hecho avances en ese sentido. Un ejemplo son los programas que tratan de promover las capacidades financieras de los individuos que consideran los resultados de la Economía del Comportamiento para lograr cambios de comportamiento, no solo de conocimiento. Otro es el diseño de programas por segmentos de población -los sesgos cognitivos y las capacidades financieras de los grupos más vulnerables y de menores ingresos son distintos; las mujeres tienen distintas preferencias de riesgo y temporales, así como rasgos de personalidad (Di Giannatale y Roa, 2019). Esta heterogeneidad debe ser tenida en cuenta a la hora de diseñar los programas para promover comportamientos financieros saludables.

Para promover la salud financiera, igual de importante es la protección al consumidor financiero que incluye y contempla las necesidades de los grupos vulnerables, las capacidades financieras para promover la transparencia efectiva, la oferta de productos y canales financieros adaptada a las necesidades de la población y los posibles fraudes de los medios digitales para la inclusión financiera. Las políticas que regulan los mercados financieros y velan por su estabilidad y buen funcionamiento son también notables, en especial después de la creciente proliferación de nuevos canales y productos digitales (Roa, 2016).

Aunado a lo anterior, elementos de otros ámbitos económicos, sociales y culturales determinan las decisiones y la calidad del acceso financiero, como son las oportunidades del mercado de trabajo y salariales, acceso a la educación, así como los regímenes fiscales y sistemas de seguridad social que promueven la informalidad. Por ejemplo, en un estudio sobre determinantes de la vulnerabilidad financiera, encuentran que el ser mujer, joven, con poca educación y bajo control financiero, son predictores fuertes de la inseguridad financiera. Es por ello que, de manera transversal, otro tipo de políticas sociales y económicas deben considerarse y alinearse para aunar y alinear esfuerzos a la hora de promover la inclusión y la salud financiera.

Comportamientos y capacidades financieras, marcos regulatorios prudenciales y de protección al usuario financiero, y el contexto económico y social en el que las personas habitan, confluyen por tanto y determinan la salud y el bienestar financiero, teniendo unos mayor o menor importancia según el contexto local o grupo de población. El desarrollo de indicadores que permitan medir y profundizar en estas dimensiones es valioso, así como el análisis cuantitativo y cualitativo que se puede hacer con estos para tratar de identificar los determinantes de la salud financiera. Todo ello permitirá establecer prioridades, segmentar a la población y ser la base para el diseño y aplicación de las políticas que traten de promover de manera efectiva tanto la salud como la menor vulnerabilidad financiera.

Todavía queda un largo camino por recorrer

La proliferación del interés de trabajos y discusiones sobre la salud financiera y su medición aportará sin duda luz al debate sobre el acceso y la inclusión financiera. Queda trabajo por hacer y camino por recorrer, más allá incluso del expuesto en los párrafos anteriores. De las definiciones comúnmente utilizadas de la salud financiera hay dos aspectos que me gusta resaltar: “la libertad de las personas para elegir” y “la toma de decisiones que les permitan disfrutar de la vida”. Estos elementos lamentablemente no están presentes en gran parte de los hogares de las economías en desarrollo, en especial para las mujeres. De ahí la transversalidad de las políticas sociales. Por la pandemia del COVID-19, estos dos aspectos se han acentuado, o han aparecido en la vida de algunas personas por primera vez. Queda aún realizar una reflexión más profunda y crítica sobre estos aspectos, más elusivos y en ocasiones ambiguos que los propios comportamientos y decisiones financieras, y las medidas consideradas hasta ahora. Las ideas y elementos aquí expuestos espero sirvan de base para la definición de las agendas de políticas y de investigación futura en la inclusión y la salud financiera.

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Javier Francisco Flores Montes , Independiente, Perú
17 Julio 2020

Muy adecuado análisis, soy un ferviente convencido que la INCLUSIÓN FINANCIERA no solo es tener un producto, va más allá, como saber elegirlo y sobretodo saber utilizarlo en el tiempo para un desarrollo sostenido de la economía familiar y empresarial de las personas que lo utilizan, para ello como se indica tenemos mucho camino por recorrer y mucho por hacer, pero nada se logrará si no tenemos reformas muy convincentes centradas en las necesidades de los usuarios u no centrada en la oferta financiera, los organismos del estado tienen que vincularse en un solo propósito que es disminuir la brecha de acceso y uso de los diversos productos que existen en el mercado, presencia del estado en control y protección la usuario con políticas vinculantes en los diversos sectores gubernamentales. favorecer la inversión en nuevas metodologías y/o tecnologías que acercan más al usuario a las entidades ofertantes, productos acondicionados a las diversas zonas geográficas que existen en nuestros países, no es lo mismo un crédito para una persona de la sierra que de la costa o de la selva.
Hoy en día considero hay muchas formas más fáciles de acercar a los usuarios a productos y entidades que ofertan, existen muchas IMF que podrían ayudar a disminuir esta brecha pero necesitan ayuda del estado o facilidades que les permita poder invertir en nuevas formas de hacer las cosas, que en mi opinion estan ahi al alcance de nuestras manos y no las hacemos o no las vemos, un abrazo.

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