Mujeres y financiamiento: Facilitar el empoderamiento económico de las mujeres
“Hay dos poderes en el mundo: uno es la espada y el otro es la pluma. Hay un tercer poder más fuerte que ambos, el de las mujeres”.
A comienzos de 2020, el CGAP superó el paradigma del acceso y el uso de la inclusión financiera y se propuso comprender cómo los pobres podían utilizar los servicios financieros para mejorar sus vidas de tres maneras: generando ingresos, accediendo a servicios esenciales y protegiendo las condiciones de vida básicas. Al mismo tiempo, actualizamos nuestra declaración de visión agregando dos simples palabras: “Un mundo donde las personas pobres, especialmente las mujeres, estén empoderadas para aprovechar las oportunidades y crear resiliencia a través de los servicios financieros”. Es posible que muchos lectores ni siquiera hayan notado este cambio. Pero supondrá una profunda diferencia en la forma en que el CGAP abordará su trabajo en el futuro.
¿Por qué dimos este paso? Lo hicimos para poner la inclusión financiera de las mujeres en el centro de toda la labor del CGAP. En el pasado, las cuestiones de género se abordaban como una materia secundaria, ya sea como un proyecto en sí mismo o como un “tema transversal” que era responsabilidad de todos y, por tanto, de nadie. Estos enfoques obsoletos no reducirán a la mitad (ni finalmente eliminarán) la persistente brecha de género del 9% en la inclusión financiera (en inglés, (i)) que el CGAP se comprometió a ayudar a subsanar en su última estrategia quinquenal. Disminuir las diferencias de género requiere que apliquemos una perspectiva de género en todo lo que hacemos. Sin incluir plenamente a las mujeres, no solucionaremos el problema de falta de inclusión financiera o, por ende, no pondremos fin a la pobreza extrema ni promoveremos la prosperidad compartida.
Entonces, ¿cómo puede la comunidad de inclusión financiera contribuir a este ambicioso objetivo?
Conectar la inclusión financiera de las mujeres y el empoderamiento económico
En su libro “No hay vuelta atrás”, Melinda Gates reflexiona sobre cuánto tiempo le tomó darse cuenta de que empoderar a las mujeres era el recurso más poderoso para mejorar la vida de todos los seres humanos. Pero finalmente, escribe, llegó a darse cuenta de que “... las causas principales de la pobreza y las enfermedades son las restricciones culturales, financieras y legales que bloquean lo que las mujeres pueden hacer, y lo que creen que pueden hacer, por sí mismas y por sus hijos”.
El desafío que describe Melinda Gates parece ser bastante abrumador como para que lo solucionen los servicios financieros. Incluso si eliminamos los obstáculos tangibles al empoderamiento femenino, lo que las mujeres y los hombres en su entorno creen que es el papel adecuado de la mujer en la sociedad es una barrera muy real. Para crear un cambio verdadero en la vida de las mujeres, también debemos modificar las trabas en la mente de las personas, y esa es una tarea más compleja. Después de todo, ¿de qué sirve una cuenta bancaria o una billetera móvil si una mujer no puede tener un teléfono móvil o salir de casa? La complicada realidad es que las normas sociales ejercen una influencia poderosa sobre los roles que se espera que desempeñen las mujeres en la sociedad. El empoderamiento económico de la mujer está tan ligado a las normas sociales en materia de salud, educación, planificación familiar y responsabilidades del cuidado de los niños como a las cuestiones relacionadas con el modo en que las mujeres se ganan la vida y mantienen el control sobre los recursos.
“El empoderamiento económico de las mujeres va a requerir algo más que cuentas bancarias. Pero las cuentas bancarias pueden ser herramientas poderosas en manos de las mujeres que están decididas a tener más control sobre sus vidas”.
¿Cómo puede la comunidad de inclusión financiera usar la tecnología y los servicios financieros para ayudar a resolver problemas tan complejos? La respuesta, no tan sencilla, es que debemos vincular nuestro trabajo con una teoría del cambio más amplia que contemple el empoderamiento económico de la mujer. Debemos ser claros acerca de las muchas limitaciones que frenan a las mujeres. También debemos ser claros sobre los recursos que podemos activar, tanto tangibles como intangibles, para ayudar a las mujeres a encontrar caminos hacia un mayor empoderamiento mediante servicios financieros que atiendan sus necesidades. Y debemos establecer alianzas con actores ajenos a nuestras áreas de especialización que puedan ayudar a cambiar los recursos que no están directamente relacionados con las finanzas. El empoderamiento económico de las mujeres va a requerir algo más que cuentas bancarias. Pero las cuentas bancarias pueden ser herramientas poderosas en manos de las mujeres que están decididas a tener más control sobre sus vidas.
Incluso los aspectos más técnicos de la inclusión financiera afectan el empoderamiento económico de las mujeres
Cuando me preparaba para escribir este ensayo, examiné varias teorías del cambio para el empoderamiento económico de las mujeres. Lo primero que me llamó la atención fue lo divergentes que son. Diferentes organizaciones tienen visiones muy distintas sobre cómo generar el cambio, aunque la mayoría están vinculadas por temas comunes. Lo segundo, fueron las numerosas maneras en que los servicios financieros y el acceso digital pueden apoyar el empoderamiento económico de las mujeres, incluso en lugares que pueden no parecer obvios. Como a muchos especialistas técnicos, nada me gusta más que sumergirme en los arcanos técnicos de las finanzas digitales. Las cuestiones tecnológicas difíciles sobre temas como la interoperabilidad, la banca abierta y las API abiertas parecerían a primera vista ser neutrales en cuanto al género, pero al profundizar, queda claro que todas tienen aspectos de género relevantes que, en última instancia, se relacionan con el empoderamiento económico de las mujeres.
Por ejemplo, un tema técnico que me ha llamado la atención últimamente son las monedas digitales de los bancos centrales. El debate sobre cómo poner en práctica estas monedas profundiza en el papel que juega el dinero en nuestra sociedad. En el discurso económico común, el dinero tiene tres funciones principales: es una reserva de valor, una unidad de cuenta y un instrumento de cambio. Pero la función del dinero va mucho más allá. Influye en nuestras relaciones con los demás, especialmente al interior de las familias. Puede definir la dinámica del poder en un hogar y en una economía. Y puede determinar cuánto poder tenemos sobre nuestras propias vidas y decisiones personales. A menudo, estas relaciones y dinámicas se manifiestan de maneras sexistas. Como tal, además de averiguar las implicaciones macroeconómicas o cómo se distribuirán las monedas digitales, los arquitectos de estos nuevos esquemas deben pensar en los posibles efectos excluyentes de la sustitución del efectivo por las monedas digitales. De lo contrario, podrían terminar reforzando las normas sociales existentes que restan autonomía a las mujeres. Y la base de pruebas es bastante clara en cuanto a que si una mujer no tiene control sobre los recursos, en realidad tiene muy poco control sobre su vida y sus decisiones (i), un aspecto fundamental del empoderamiento económico de la mujer. Por ello, todos en la comunidad de inclusión financiera deben prestar atención a las cuestiones de género, sin importar su área de especialización o de enfoque.
Si bien existen muchas teorías del cambio diferentes sobre el empoderamiento económico de la mujer, la mayoría de ellas incluyen tres elementos generales: el acceso a ingresos y activos, el control de los beneficios económicos y el poder para tomar decisiones. Estos temas se relacionan de muchas maneras con la inclusión financiera y con la propia teoría del cambio del CGAP, que se enmarca en torno a las oportunidades y la resiliencia (i). Si las mujeres están empoderadas para correr riesgos, aspirar a mayores oportunidades y gestionar los riesgos negativos para ellas mismas y sus familias, entonces pueden asumir más control sobre sus vidas. Y si pueden acceder a servicios esenciales que ayuden a aumentar sus capacidades o hacer un mejor uso de su tiempo, estarán en mejores condiciones de invertir en actividades productivas y generadoras de ingresos que puedan beneficiar a toda la familia y la comunidad. Pero también hay un aspecto cultural. Si las mujeres han sido condicionadas durante toda su vida para creer que no tienen capacidad de actuar y decidir, ¿cómo pueden aprovechar las oportunidades y crear resiliencia? Solo cuando las mujeres puedan ver estos caminos por sí mismas, y tengan el apoyo material y legal para transitarlos, podrán tomar control de su propio destino.
En un nivel básico, el modo en que pienso sobre todo esto es que para superar las barreras y buscar nuevas oportunidades, es útil tener escaleras metafóricas que subir. Los peldaños de la escalera pueden ser recursos, habilidades o redes, cosas que nos ayuden a aprovechar las oportunidades. También necesitamos un suelo firme sobre el que apoyar esa escalera, y es ahí donde entran en juego herramientas de resiliencia como las redes de protección social, el ahorro y los seguros. Nos ayudan a mantener el equilibrio cuando nos topamos con obstáculos y refuerzan nuestra confianza mientras subimos en la escalera de las oportunidades. Pero saber que la escalera es firme también nos ayuda a subir. En este sentido, los grupos de solidaridad social y los modelos a seguir pueden desempeñar un papel importante. Si te han dicho toda tu vida que no puedes hacer ciertas cosas, puede ser muy poderoso ver a alguien como tú alcanzando metas que parecen estar fuera de su alcance.
Cuatro áreas en las que la comunidad de inclusión financiera puede contribuir al empoderamiento económico de las mujeres
Entonces ¿cómo pueden los servicios financieros establecer condiciones de igualdad para las mujeres y generar un impacto equitativo? (i) Hay una serie de esferas en las que los servicios financieros fortalecen el piso, la escalera y el apoyo social que ayudan a las mujeres a lograr el empoderamiento económico. Pienso en cuatro grandes áreas:
1. Acceso digital y datos. La economía digital está cada vez más presente en nuestras vidas. Para aprovechar las oportunidades económicas en la economía digital, las mujeres deben poder realizar y recibir pagos. En el nivel más básico, las mujeres necesitan acceso a tres simples factores para participar en la economía digital: una cuenta, un teléfono y una red de depósito y retiro de efectivo (CICO, por su sigla en inglés). La comunidad de inclusión financiera tiende a centrarse en la brecha de género en materia de las cuentas, pero también existe una diferencia significativa en la propiedad de los teléfonos. En los países de ingreso bajo y mediano, las mujeres tienen un 8 % menos de probabilidades de tener un teléfono que los hombres y un 20 % menos de probabilidades de tener un teléfono inteligente (i), la principal puerta de acceso a Internet para la mayoría de las personas pobres.
La economía digital ofrece muchas oportunidades para las mujeres. En un número cada vez mayor de mercados, las plataformas digitales permiten a las mujeres generar ingresos igualando la oferta y la demanda —como en el comercio social o el trabajo esporádico— o poniendo en sus manos información de mercado oportuna, como es el caso de un nuevo grupo de plataformas agrícolas. Los proveedores están incorporando ahora servicios financieros como el crédito y los seguros en estas plataformas. Los rastros de datos en línea que las mujeres están generando pueden revelar hasta qué punto las mujeres están participando por igual en la economía digital y cómo podrían utilizar las herramientas digitales y el financiamiento para aprovechar las nuevas oportunidades. Los datos desglosados por sexo sobre las mujeres pueden ayudar a orientar las políticas y los productos que faciliten un mayor empoderamiento.
Pero también debemos comprender los riesgos que la economía digital y sus servicios financieros subyacentes representan para las mujeres. Por ejemplo, las plataformas digitales y el crédito plantean nuevos peligros en torno al sesgo de los algoritmos, el sobreendeudamiento y el trato justo. Además, las normas sociales en muchos contextos significan que es probable que las mujeres tengan distintas necesidades de privacidad en sus interacciones digitales y tratos con los agentes de la red CICO.
2. Leyes y normas sociales. Las leyes y las normas sociales afectan profundamente la capacidad de las mujeres de usar los servicios financieros para mejorar sus vidas. Trabajé con Finca hace varios años para ayudar a establecer un sistema bancario de agencias en la República Democrática del Congo (RDC). Aprendimos que las mujeres eran agentes bancarios muy eficaces (PDF, en inglés), pero que su capacidad para desempeñar este papel era limitada porque, en ese momento, era ilegal que una mujer tuviera una cuenta bancaria a su nombre o fuera dueña de un negocio sin el permiso de su esposo. La falta de derechos de propiedad impide que las mujeres obtengan préstamos en muchos mercados. Y la falta de identificación dificulta que las mujeres accedan a las cuentas; en una serie de mercados (i), las mujeres aún enfrentan barreras legales para obtener una identificación. Según el informe Mujer, empresa y el derecho (i) del Banco Mundial, las mujeres tienen, en promedio, solo tres cuartas partes de los derechos legales otorgados a los hombres, a pesar de los últimos avances en la reducción de la brecha de género.
Los partidarios de la inclusión financiera deben hacer causa común con los facilitadores del mercado y los grupos defensores para eliminar los obstáculos legales en los mercados en los que trabajan, mientras que los proveedores de servicios públicos y financieros deben diseñar cuidadosamente en torno a las normas sociales imperantes (PDF, en inglés). En un mundo ideal, los casos exitosos de inclusión financiera ayudarían eventualmente a cambiar las normas sociales demostrando los beneficios del empoderamiento de las mujeres para los hogares y las sociedades. No olvidemos que solo en 1974 (i), con la aprobación de la Ley de Igualdad de Oportunidades de Crédito, las mujeres en Estados Unidos pudieron legalmente solicitar una tarjeta de crédito a su nombre.
3. Capacidades y servicios esenciales. La educación y las habilidades son fundamentales para construir un futuro mejor para las mujeres y las familias. Según la Alianza Mundial para la Educación del Banco Mundial, en el caso de las mujeres un año adicional de escolaridad puede resultar (i) en un aumento del 20% en los ingresos y un niño cuya madre puede leer tiene un 50 % más de esperanza de vida después de los 5 años. El retorno de la inversión de educar a las mujeres es alto y los servicios financieros como los pagos, el ahorro y el crédito pueden facilitar a los hogares pobres el pago de las tasas escolares y otros servicios esenciales.
Además de ayudar a las mujeres a adquirir conocimientos y habilidades, los servicios financieros pueden ayudarlas a permanecer más tiempo en la fuerza laboral. El suministro de electricidad sin conexión a la red permite tener luz en la noche, y el acceso digital a agua limpia o cocinas no contaminantes evita que las mujeres deban realizar largos viajes para recolectar agua o combustible para cocinar todos los días. Estos ahorros pueden tener beneficios reales en términos de productividad y participación en la fuerza laboral. En Estados Unidos, en 1900, el hogar promedio dedicaba 58 horas a la semana (i) a las tareas del hogar, incluida la preparación de comida, la lavandería y la limpieza. Esta cifra se redujo a 18 horas en 1975. Al mismo tiempo, las mujeres ingresaron a la fuerza laboral en masa. En 1900, solo trabajaba el 5% de las mujeres casadas; en 2020, esta cifra llegó al 61 %. Hubo otros factores que impulsaron este cambio, pero tengo que creer que los aparatos que reducen el trabajo físico desempeñaron un papel en permitir a las mujeres participar en la fuerza laboral.
Los servicios financieros también ayudan a las mujeres a acceder a servicios esenciales. Los primeros innovadores como M-Kopa están usando cada vez más modelos de financiamiento de activos (i) pioneros en los sistemas de energía sin conexión a la red y aplicándolos a otros productos, ofreciendo a las familias pobres acceso a iluminación, electricidad, cocinas eficientes, teléfonos inteligentes y refrigeradores. Sin embargo, los efectos de estos nuevos modelos comerciales sobre el empoderamiento de las mujeres siguen siendo relativamente poco explorados. Hay pruebas de que cuando los servicios financieros ayudan a las mujeres a ahorrar tiempo y aumentar su acceso a productos útiles, pueden facilitar la creación de círculos virtuosos en los que las mujeres invierten recursos para mejorar las capacidades del hogar. La investigación del CGAP con Engie Energy Access (anteriormente Fenix Intl) en Uganda indica que los sistemas solares domésticos (i), una vez pagados, pueden usarse como garantía para obtener crédito para otros servicios que mejoran las oportunidades, como los aranceles escolares. En una reciente evaluación de impacto del programa de préstamos para tasas escolares de la empresa se concluyó que los préstamos condujeron a una reducción del 50% (i) en el porcentaje de niños sin escolarizar entre los hogares prestatarios.
4. Redes de protección social y otras redes. Las redes de protección social brindan a las mujeres la seguridad que necesitan para aprovechar las oportunidades que se les presentan. Como demostró el trabajo de Jack y Suri en Kenya (i), tener acceso a una red social de distribución gracias a la proximidad a una red de agentes hizo que las mujeres pudieran emplear su tiempo de manera más productiva, aumentando así el bienestar del hogar. Las redes de protección social formales son una parte importante para garantizar que los hogares pobres puedan enfrentar las adversidades: asegurarse de que los pagos de Gobiernos a personas (G2P) ingresen a las cuentas de las mujeres (i) y que estas puedan acceder a los fondos en el punto de venta de su elección (i) han sido factores importantes para garantizar que los hogares tengan los recursos para superar la crisis provocada por la COVID-19. El trabajo en Bangladesh de mi colega Leora Klapper ha demostrado cuán importante es para las mujeres recibir sus salarios a través de cuentas móviles de fácil acceso (i). Y existe una amplia evidencia (i) de que las cuentas de ahorro ayudan a crear resiliencia.
Al mismo tiempo, me llaman la atención las barreras muy reales que las normas sociales crean para las mujeres y que van mucho más allá del simple acceso a las herramientas de inclusión financiera. Y por eso también son importantes las redes sociales analógicas. En “No hay vuelta atrás”, Melinda Gates habla de manera muy personal sobre cómo el apoyo de otras mujeres profesionales la ayudó a desarrollar su carrera. ¿Por qué debería ser diferente para las mujeres pobres, que enfrentan barreras mucho más allá de lo que la mayoría de las mujeres profesionales han tenido que enfrentar? Las redes sociales, como los grupos de ahorro en África y los grupos de autoayuda en India, pueden ser canales importantes para ayudar a las mujeres a obtener acceso a oportunidades, tanto analógicas como digitales. Las microfinanzas son desde hace tiempo un sector favorable para las mujeres: el 80% (i) de los clientes del microfinanciamiento son mujeres, y muchas instituciones de microfinanzas brindan apoyo social y capacitación en sus programas.
Pero también necesitamos crear más ejemplos de modelos femeninos exitosos para que las niñas puedan ver dónde está el horizonte de oportunidades. Las mujeres fundadoras de empresas de tecnología financiera son escasas, y las empresas emergentes dirigidas por mujeres reciben una pequeña fracción del financiamiento para capital de riesgo (i). ¿Por qué no vemos aceleradores y otros mecanismos de apoyo a los emprendimientos que se focalicen en las mujeres? ¿Por qué no vemos más iniciativas en los mercados emergentes que apoyen a las niñas que quieren estudiar ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (CTIM)? Y no olvidemos que los hombres también desempeñan un papel fundamental (i) en la promoción de la igualdad y los derechos de las mujeres.
Por supuesto que estos no son los únicos factores que pueden impulsar el empoderamiento económico de las mujeres. Pero son temas que se relacionan directamente con la inclusión financiera, por lo que es imperativo que la comunidad de inclusión financiera los incorpore a su trabajo. La realidad es que las mujeres siguen estando muy rezagadas en comparación con los hombres en el acceso a los servicios financieros. Tenemos las herramientas para crear escaleras de oportunidades para que las mujeres se incorporen a la economía digital, mejoren sus capacidades y encuentren más tiempo para trabajar. Podemos crear pisos firmes mediante redes de protección social, cuentas de ahorro y el acceso digital a las redes sociales. Y a través de la industria de las microfinanzas en general, tenemos una larga historia de compromiso con los grupos de apoyo social que proporcionan modelos de conducta y apoyo entre pares que pueden estabilizar la escalera para las mujeres a medida que suben.
“Si movemos todos los recursos que están a nuestro alcance, podemos mejorar las posibilidades de establecer condiciones de igualdad de manera que mejore la vida de las mujeres”.
Pero debemos pensar en términos de sistemas de mercado sobre cómo reunir estos factores de una forma que se desbloquee el cambio para las mujeres, donde el todo puede ser mayor que la suma de las partes. Al hacer cambios en estas cuatro áreas, la comunidad de inclusión financiera podría hacer una inmensa contribución al empoderamiento económico de las mujeres, mientras que la comunidad del desarrollo en general se enfrenta a desafíos relacionados con la atención sanitaria, la planificación familiar, el cuidado infantil asequible y el acceso de las niñas a la educación. Si movemos todos los recursos que están a nuestro alcance, podemos mejorar las posibilidades de establecer condiciones de igualdad de manera que mejore la vida de las mujeres.
Labor del CGAP en materia de inclusión financiera de las mujeres
Todo esto me lleva de nuevo a abordar cómo el CGAP puede ayudar a promover el empoderamiento económico de las mujeres a través de la inclusión financiera. Claramente contamos con muchas herramientas a nuestra disposición, pero no las tenemos todas. Por esa razón, debemos trabajar en estrecha colaboración con las numerosas organizaciones que se dedican a promover el empoderamiento económico de la mujer. Podemos contribuir basándonos en nuestro profundo conocimiento de las finanzas y la tecnología, pero tendremos que trabajar juntos. En los próximos años, el CGAP planea aportar a:
La divulgación de conocimientos. Durante varios años, hemos divulgado conocimientos sobre segmentos específicos de personas que viven en la pobreza y cómo interactúan con los servicios financieros y la economía digital. En 2020, decidimos centrar más nuestro trabajo en los segmentos de las mujeres. Con ese fin, estamos creando herramientas de diagnóstico que ayudan a las entidades de financiamiento a comprender las normas sociales en contextos específicos para orientar el diseño de los programas. También estamos investigando las maneras en que las mujeres pobres interactúan con la economía de plataforma y estamos trabajando para comprender mejor cómo los servicios financieros atienden las necesidades de las mujeres analizando los datos de Findex con una perspectiva de género (i). Continuaremos compartiendo conocimientos específicos sobre las cuestiones de género que pueden guiar nuestro trabajo y la labor de la comunidad de inclusión financiera.
La integración. Además de intensificar nuestra labor de análisis de las cuestiones de género, estamos incorporando la perspectiva de género en todo el programa de trabajo del CGAP de forma más sistemática. Toda nuestra labor en las áreas de la energía sin conexión a la red y otros servicios esenciales, la red CICO, empresas de tecnofinanzas, medios de subsistencia, datos y protección de las condiciones de vida básicas contiene importantes aspectos de género. Ahora estamos incorporando una perspectiva de género en todos nuestros nuevos proyectos, generando una visión que complementa el programa de trabajo más amplio del CGAP. Esto es, en parte, una respuesta a la fuerte demanda de los miembros del CGAP. En una encuesta a 30 entidades de financiamiento realizada en el verano de 2020, todas (excepto una) indicaron que están dando prioridad a la inclusión financiera de las mujeres. Sus necesidades más comunes son la obtención de datos más completos y desglosados por sexo, y una descripción más clara del impacto de los servicios financieros en la inclusión financiera de las mujeres. Esté atento a nuestras publicaciones sobre estos temas en el próximo año.
La creación de comunidades y alianzas. Nuestra mayor incursión en el ámbito de las cuestiones género en los últimos cuatro años ha sido organizar la comunidad de práctica FinEquity. Según el último recuento, FinEquity tiene más de 1500 miembros de 450 organizaciones, que operan en 75 países de todo el mundo. Se centra en tres temas de aprendizaje: soluciones para cambiar la desigualdad de género (i), inclusión financiera digital (i) y vías de impacto (i). Más importante aún, FinEquity nos vincula con una amplia red de asociados que se interesan tanto en la inclusión financiera de las mujeres como en el empoderamiento económico de las mujeres, ayudándonos a conectar estas dos comunidades distintas pero superpuestas. Estas conexiones han sido importantes para orientar nuestro propio aprendizaje y permitirnos relacionarnos con el trabajo de muchos otros asociados en la tarea del desarrollo. Vamos a colaborar de forma más proactiva con el equipo de FinEquity a medida que exploremos las maneras de incorporar la perspectiva de género en el propio trabajo del CGAP.
Como puede ver, agregar esas dos simples palabras, especialmente mujeres, en la parte superior de nuestra teoría del cambio ha cambiado la manera en que el CGAP considera las cuestiones de género en su labor. Nos entusiasma la posibilidad de analizar seriamente cómo mejorar la inclusión financiera de las mujeres y, a través de ello, hacer una contribución positiva al objetivo más amplio del empoderamiento económico de las mujeres. Como observaron Nicholas Kristof y Sheryl WuDunn en su libro “La mitad del cielo”, “Las mujeres no son el problema sino la solución. La difícil situación de las niñas es una oportunidad más que una tragedia”. Que sea una oportunidad para todos nosotros.