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¿Qué es la violencia económica y qué pueden hacer los proveedores de servicios financieros al respecto?

Hacer visible lo invisible para el sector de servicios financieros
Gráficos padre y madre con dos niños y mujer en una tienda, sobre una balanza.

La violencia económica de género es un problema global. En Colombia, el 31% de las mujeres informaron haber experimentado abuso económico por parte de su pareja íntima, como por ejemplo que la pareja gastara el dinero necesario para el hogar, controlara sus gastos o les prohibiera trabajar o estudiar. En Bangladesh, el 16% de los hombres informó haber cometido actos de abuso económico, incluyendo prohibir a su pareja trabajar o retener los ingresos de su pareja para gastos del hogar. En Tanzania, dos estudios hallaron que alrededor del 45% de las mujeres habían experimentado violencia económica en algún momento de sus vidas. Y en una encuesta de percepciones de los hondureños sobre la violencia de género, los hondureños estiman que cinco de cada 10 mujeres en su país se enfrentan a la violencia económica.

¿Qué es la violencia económica de género?

La violencia económica intenta hacer que una mujer sea financieramente dependiente interfiriendo con su posibilidad de adquirir, utilizar y mantener recursos económicos. A diferencia del abuso sexual y físico, que para los de afuera son en general las formas más visibles de violencia de género, la violencia económica es a menudo invisible y no se la reconoce como una forma de violencia. Es subversiva y frecuentemente ocurre junto con otras formas de violencia de género. Es posible que las mujeres no sean conscientes de que se trata de una forma de violencia, porque se alimenta de su falta de confianza en sí mismas en cuestiones financieras y económicas, y puede ser percibida como una forma de protección. La falta de poder financiero es a menudo una razón por la cual las mujeres permanecen o regresan a relaciones abusivas.

La violencia económica puede ser una barrera para que una mujer participe económicamente en forma plena, ya que se le impide salir de casa, concurrir a una capacitación, solicitar un préstamo o abrir una cuenta de ahorro. Alternativamente, puede ser una consecuencia no deseada de su participación en la actividad económica, al enfrentarse a un cónyuge amenazado por la mayor movilidad, la independencia y el creciente empoderamiento económico de la mujer.

En la investigación realizada por Grameen en Honduras, los hombres y las mujeres manifestaron al comienzo, una escasa comprensión de la violencia económica. Sin embargo, tras reflexionar, la reconocieron como una forma común de violencia contra las mujeres, tradicionalmente generada a través de la privación de recursos, por ejemplo, por el consumo de bebidas alcohólicas y drogas por parte de los hombres. Una forma más sutil de violencia visualizada por las mujeres fueron los intentos de sus parejas masculinas de mantenerlas en el hogar, proporcionándoles recursos y bienes para mantenerlas felices allí. Al principio puede ser una experiencia agradable, pero con el tiempo el hogar se convierte en una prisión. De esta manera, la violencia económica se utiliza para impedir que las mujeres se relacionen con otras personas, e incluso con miembros de su familia.

¿Cuáles son las implicaciones para los proveedores de servicios financieros?

Si bien puede parecer que la violencia económica podría estar fuera de la esfera de alcance de los proveedores de servicios financieros (PSF), es importante que el sector de la inclusión financiera comprenda y reconozca este problema.   Al nivel más básico, hay un incentivo de negocio en juego para los PSF:  El bienestar general de las mujeres importa, de igual manera que su salud física o financiera importan, es bueno para el negocio que las clientas estén sanas y comprometidas.

Pero es también cierto que si los PSF "hacen la vista gorda" ante las realidades de la violencia de género, están permitiendo que un abusador explote sus programas, productos y servicios para violar los derechos de otra persona. Si bien los sectores bancarios de los países de altos ingresos todavía están desarrollando protocolos para el abuso financiero, hay algunas lecciones tempranas que sugieren que los PSF pueden tomar medidas prácticas para ayudar a proteger no sólo a las mujeres que se enfrentan a la violencia económica, sino a todas las clientas. La siguiente lista no es exhaustiva, pero sí ilustrativa de las medidas que los PSF pueden tomar para proteger a las clientas vulnerables:

  • Marketing:  Tener en cuenta cómo la comunicación y el marketing con las clientas, tales como los mensajes de SMS y las visitas al hogar de una clienta, pueden atraer la atención o las sospechas no deseadas de un abusador. Permitir a las clientas optar por no participar o sugerir medios de comunicación alternativos. Compartir abiertamente información sobre líneas directas de apoyo a la violencia doméstica en espacios públicos.
  • Diseño de producto: Considerar alternativas para la prueba de identidad o residencia. Las mujeres que intentan escapar del abuso necesitan un lugar privado y discreto para ahorrar y administrar su propio dinero. Proporcionar un producto de préstamo que pueda ayudar a las mujeres a (re)construir su historial crediticio financiero a medida que aumentan su autonomía financiera.
  • Solicitudes y gestión de préstamos: En caso de que se necesiten avales o garantías, permitir a la clienta elegir un aval de confianza que no tenga por qué ser su cónyuge/pareja. Para los pagos de préstamos, desarrollar una política para ayudar a la clienta que incluya un “plan de contingencia para adversidades”.
  • Atención a las clientas: Capacitar al personal de primera línea a fin de crear conciencia y desarrollar habilidades interpersonales para trabajar con clientas vulnerables que puedan estar sufriendo abuso. De ser posible, no involucrar a las clientas en presencia de un presunto abusador para discutir la administración de cuentas. Desarrollar un equipo para clientas vulnerables, que esté capacitado para apoyar a las clientas que se encuentran en circunstancias especiales.
  • Educación: Capacitar a sus clientas actuales sobre la violencia económica y el abuso financiero, así como sobre la deuda máxima que cualquier persona o familia debe tener en función de sus ingresos, para evitar que un abusador deliberadamente sobreendeude a una clienta. Hacer hincapié en la planificación para emergencias, incluida la violencia de género como una posible emergencia a la que puedan tener que enfrentarse. Dirigir esta capacitación a todos los clientes y las clientas, impartiendo el mensaje de que siempre pueden ayudar a otras personas que sufren violencia.
  • Promover la toma de decisiones financieras colaborativas entre las parejas: Involucrar a las parejas en la planificación financiera y/o las metodologías basadas en el diálogo, para ayudarles a navegar la toma de decisiones financieras, pero sólo si optan por participar (en caso de que estén en relaciones inseguras). Los diálogos dentro del hogar, por ejemplo, son discusiones facilitadas entre una y seis parejas, diseñadas para desarrollar las habilidades de comunicación y manejo de conflictos de la pareja y obtener apoyo para las empresas de mujeres, la toma conjunta de decisiones y la resolución colaborativa de problemas.

Resta mucho trabajo por hacer para reducir la violencia económica

Juntos, los PSF y las organizaciones de alivio de la pobreza deben comprender la prevalencia y la naturaleza de cómo las personas experimentan la violencia económica y prepararse para responder de manera adecuada.  Tal como nos lo compartiera un grupo de mujeres en nuestra investigación en Centroamérica, querían que su PSF comprendiera mejor sus realidades (lo bueno, lo malo y lo feo) y esto incluye su exposición a la violencia de género. Para centrarse en las clientas, los PSF deben mirar más allá de las necesidades visibles de sus clientas, para comprender sus necesidades invisibles. 

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