Blog del FinDev

El futuro de la inclusión financiera

Mujer con bandeja sobre su cabeza con cocadas en Colombia.

Inclusión financiera 2.0. – crear futuros más inclusivos, resilientes y verdes.

En estos últimos años, el mundo ha enfrentado muchas crisis y tensiones sin precedentes que han exacerbado los desafíos de desarrollo existentes, y todas ellas tienen impactos desproporcionados en los más vulnerables, especialmente en las mujeres y las niñas. En su vida diaria, las personas que viven en la pobreza hacen constantemente malabarismos con un cambiante conjunto de riesgos y crisis. Sin embargo, los desafíos adicionales planteados por la pandemia de COVID-19, la inflación, el cambio climático, los conflictos y otros impactos han intensificado la pobreza y la desigualdad. El Banco Mundial proyecta ahora que el 7% de la población mundial (más de 500 millones de personas) continuará estando en situación de pobreza extrema en 2030 (Gráfico 1). El Foro Económico Mundial predice que el plazo para cerrar la brecha de género global[1] se ha incrementado una generación entera (de 99,5 años a 135,6 años).

Gráfico 1: Progreso en la reducción de la pobreza - Tendencias de desigualdad

Gráfico 1: Progreso en la reducción de la pobreza - Tendencias de desigualdad

Mientras tanto, los niveles de deuda registran cifras récord máximas que limitan la capacidad de los países para responder a estos desafíos: la deuda externa total de los países de bajos ingresos aumentó del 17% del ingreso nacional bruto en 2011 al 48,5% en 2021 (Gráfico 2).

Gráfico 2: % deuda GDP

Gráfico 2: % deuda GDP

Ante un contexto global que plantea tales desafíos, la inclusión financiera es una base esencial para construir un mundo más inclusivo, resiliente y verde. Sin acceso al financiamiento, las personas a menudo no pueden ahorrar de forma segura para invertir en la educación de sus hijos o en otras estrategias para mejorar sus vidas; los micro y pequeños empresarios luchan por invertir en sus negocios para hacerlos crecer y aumentar los ingresos de sus hogares; los jóvenes desempleados luchan por construir un futuro como empresarios independientes; y las mujeres no pueden ejercer plenamente su agencia y toma de decisiones. Sin acceso al financiamiento, los hogares de bajos ingresos y las micro y pequeñas empresas (MYPES) luchan por crear reservas financieras o comprar protección contra las crisis que podrían tener que enfrentar a lo largo de sus vidas. Y, sin acceso al financiamiento, a menudo no pueden participar en una transición verde, adaptarse al cambio climático de forma autónoma o aprovechar las tecnologías verdes.

Sin embargo, para que la inclusión financiera cumpla su promesa y genere un futuro más inclusivo, resiliente y verde, la debemos redefinir y reinventar fundamentalmente.  La inclusión financiera 2.0 no puede centrarse tan sólo en los mecanismos que crean acceso a las cuentas financieras. La inclusión financiera 2.0 debe consistir en maximizar el impacto de las finanzas inclusivas para las personas, hogares y MYPES vulnerables y de bajos ingresos mediante el desarrollo de soluciones financieras que construyan con eficacia un futuro más inclusivo, resiliente y verde para ellos. Concretamente, esto significa ir más allá de maximizar la amplitud de la inclusión financiera (es decir, el número de personas y MYPES que tienen acceso y utilizan una cuenta financiera para realizar o recibir pagos digitales), e incluso más allá de aumentar la profundidad de la inclusión financiera (es decir, la medida en que las personas y las MYPES tienen acceso a una gama más amplia de productos y servicios financieros responsables, por ejemplo, ahorros, créditos y seguros). En lugar de ello, debemos concentrarnos en maximizar la utilidad de la inclusión financiera, es decir, los beneficios y resultados que la inclusión financiera genera para sus beneficiarios.

La inclusión financiera 2.0 debe consistir en maximizar el impacto de las finanzas inclusivas para las personas, hogares y MYPES vulnerables y de bajos ingresos mediante el desarrollo de soluciones financieras que construyan con eficacia un futuro más inclusivo, resiliente y verde para ellos.

La adaptación al cambio climático es un ejemplo contundente de por qué es importante este renovado enfoque en los resultados. El cambio climático y los riesgos y crisis asociados afectan el bienestar y los medios de vida de las personas y los hogares vulnerables, y especialmente de las mujeres, en un grado desproporcionado.  [2]

Si bien las personas que viven en la pobreza sufren desproporcionadamente los impactos climáticos, son quienes tienen márgenes más pequeños y menor acceso a estrategias de resiliencia que puedan ayudarles a evitar, absorber y adaptarse a estos impactos. De los 1.400 millones de adultos no bancarizados del mundo, la mayoría (más de 1.000 millones, es decir, cuatro de cada cinco) vive en los países más vulnerables al clima. Además, tres de cada cuatro adultos en estos países o bien no están bancarizados o no tienen resiliencia financiera en comparación con uno de cada tres en países menos vulnerables al clima. [3]

Los servicios financieros pueden desempeñar un papel fundamental para ayudar a las poblaciones vulnerables a afrontar los riesgos y crisis asociados con el cambio climático.  CGAP pronto publicará un análisis que muestra las diferentes formas en que la inclusión financiera es una herramienta vital para permitir la adaptación autónoma, la estabilidad financiera y una justa transición hacia economías sostenibles. De hecho tener acceso a una cuenta financiera digital es la primera línea de defensa para la mayoría de las personas de bajos ingresos después de una crisis, ya que les permite recibir una transferencia de remesas de amigos y familiares o una transferencia monetaria de su gobierno. Una cuenta digital mejora la eficacia de dichas transferencias, incluida su velocidad, precisión, accesibilidad y costo. No cabe duda de que tener acceso a una cuenta financiera (amplitud de inclusión financiera) es importante.

Sin embargo, para verdaderamente desarrollar la resiliencia y adaptarse al cambio climático, esto no es suficiente. El acceso a una gama más amplia de productos financieros (profundidad de la inclusión financiera) también es útil; por ejemplo, el acceso al microcrédito podría permitir la compra de semillas resistentes al clima, un sistema de riego o un sistema de energía solar fuera de la red de pago por uso (PAYGo), que podrían mejorar tanto la resiliencia y la productividad, como los resultados en salud y educación. Los ahorros podrían permitir la creación de pequeñas reservas financieras que también ayuden a generar resiliencia.

Pero ni siquiera eso es suficiente porque la mayoría de los productos financieros existentes no responden a las necesidades de adaptación climática de las personas de bajos ingresos. La investigación de CGAP muestra efectivamente que existe un desajuste entre la oferta y la demanda de productos y servicios financieros para el cambio climático  y que resta todavía mucho por explorar en cuanto a productos que incorporen la resiliencia y la adaptación climática en su diseño. Por ejemplo, los servicios financieros tradicionales no estarían disponibles para que los hogares de bajos ingresos inviertan en fortalecer la resiliencia climática de sus casas o para construir un muro contra inundaciones alrededor de sus campos. El microcrédito, tal como se ofrece hoy en día, no es en realidad adecuado para inversiones como éstas, que no generan un flujo de caja en el cual basar un análisis crediticio. Los retornos de tales inversiones resultan de que una crisis no ocurra (es decir, un contrafáctico probabilístico) más que de la generación de un flujo de efectivo. Esto hace que a las instituciones financieras les resulte difícil evaluarlos. Asimismo, tales contrafácticos son difíciles de cuantificar para el corto horizonte temporal en el cual normalmente se otorgan microcréditos a los clientes, porque puede que sólo ocurran en un horizonte temporal más largo.

Este ejemplo demuestra la importancia de seguir ampliando y profundizando la inclusión financiera (es decir, un mayor acceso a cuentas y otros servicios financieros), pero que esto no será suficiente para construir futuros más inclusivos, resilientes y verdes. Necesitamos ir más allá de la amplitud y la profundidad y definir intencionalmente los resultados (utilidad) que pretendemos lograr a través de la inclusión financiera para que podamos diseñar intervenciones de inclusión financiera y productos financieros inclusivos que logren estos resultados. Ya tenemos ejemplos de cómo la inclusión financiera puede apoyar el progreso hacia 13 de los 17 ODS. Esto es alentador, pero el siguiente paso es ser muy intencionales en varias áreas de desarrollo y fomentar mayores colaboraciones entre quienes tienen experiencia en estas agendas y el sector de la inclusión financiera. Entre otros, será fundamental incluir a la inclusión financiera como parte de los programas de cambio climático.

Entonces, ¿dónde nos encontramos al comparar con esta visión?

El rápido avance en el acceso a cuentas financieras a nivel mundial oculta enormes brechas en la inclusión financiera

El mundo ha avanzado mucho en el acceso y uso de los servicios financieros (amplitud de la inclusión financiera) durante la última década: el 76% de los adultos del mundo tiene hoy acceso a una cuenta, un sorprendente aumento del 50% en comparación con 2011 (Gráfico 3).[4]

Es más, es probable que se observe un progreso continuo en el acceso, ya que los principales facilitadores para que esto suceda son bien conocidos y se utilizan cada vez más para establecer un Ecosistema Público Digital (EPD) efectivo, es decir, un conjunto de infraestructuras y políticas públicas efectivas que permiten el crecimiento del dinero móvil u otros servicios financieros digitales responsables. Estos facilitadores incluyen la conectividad y el acceso a teléfonos, un sistema de pagos rápidos eficaz, identificaciones para todos, digitalización de pagos (por ejemplo, transferencias de redes de protección social), políticas facilitadoras para el sector financiero (sandboxes, marcos de intercambio de datos, agentes financieros, etc.), protección del consumidor para crear confianza en los servicios financieros digitales y alfabetización financiera y digital para atraer a las personas.

Sin embargo, si bien a nivel mundial el acceso a las cuentas ha aumentado significativamente, persisten importantes diferencias regionales: el acceso sigue siendo menor en Centroamérica, la mayor parte de África, Medio Oriente y en los países con mayor pobreza de Asia Meridional y Oriental. De hecho, en 45 países en desarrollo, el acceso sigue siendo menor al 50%, y en otros 23 países, el acceso es mayor al 50%, pero el uso está por debajo del 50%. En los estados frágiles, el acceso es más bajo aún: tan sólo el 37% de los adultos tienen acceso a una cuenta.

Gráfico 3:  Porcentaje adultos con acceso a una cuenta

Gráfico 3:  Porcentaje adultos con acceso a una cuenta

Asimismo, ciertos segmentos de la población mundial continúan estando particularmente excluidos de los servicios financieros. Las mujeres van a la zaga de los hombres y la brecha de género en el acceso financiero ha aumentado en todas las regiones del mundo, excepto en la región de Medio Oriente y Norte de África (posiblemente porque allí comenzó desde un nivel más bajo) y en Europa y Asia Central (Gráfico 4). 

Gráfico 4: Brecha de género

Gráfico 4: Brecha de Género

En 41 países, persiste todavía una brecha del 10% entre hombres y mujeres en el acceso al financiamiento. En los países afectados por la fragilidad, los conflictos o la violencia (FCV), las mujeres tienen un 37% menos de probabilidades que los hombres de tener acceso a una cuenta. De manera similar, en muchos países la brecha en el acceso al financiamiento entre las áreas rurales y urbanas es significativa (Gráfico 5).

Gráfico 5:  Brecha rural

Gráfico 5:  Brecha rural

El progreso ha sido mucho más limitado en términos de la profundidad de la inclusión financiera. Según fuera medido en 2021, solo el 25% de los adultos en los países de ingresos bajos y medios (PIBM) ahorraron dinero en una institución financiera o utilizando una cuenta de dinero móvil, comparado con el 58% en los países de ingresos altos (PIA). Sólo el 23% de esta misma población pidió dinero prestado a una institución financiera o utilizó una cuenta móvil, en comparación con el 56% en los países de ingresos altos.

La inclusión financiera en una encrucijada: Tres prioridades globales para cumplir la promesa de la inclusión financiera

Estamos en una encrucijada: detrás de nosotros, el enorme progreso logrado en las últimas décadas en promover mayor acceso a las cuentas financieras, lo cual es un buen motivo para celebrar. Pero tenemos por delante un mundo lleno de desafíos y riesgos que la inclusión financiera puede desempeñar un papel importante para ayudar a abordar. Los caminos a recorrer para liberar ese potencial requieren que abordemos tres prioridades clave:

  1. Eliminar las brechas en el acceso financiero a nivel país mediante la implementación de un Ecosistema Público Digital (EPD) efectivo.
  2. Cerrar las brechas de género y las de otros segmentos excluidos en el acceso financiero a través de un enfoque intencional a nivel de sistema.
  3. Impulsar la inclusión financiera para contribuir a los objetivos de construir un mundo más inclusivo, más resiliente y más verde al: i) centrarse directamente en el impacto de la inclusión financiera en el desarrollo, ii) apalancar el poder de los datos, iii) canalizar el financiamiento para escalar innovaciones financieras impactantes y iv) gestionar los riesgos emergentes y acelerados.

Prioridad #1: Eliminar las brechas en el acceso financiero a nivel país mediante la implementación de un Ecosistema Público Digital (EPD) efectivo

Tal como se ha mencionado en este ensayo, en 70 países del mundo (casi el 40% de todos los países) el porcentaje de adultos que pueden acceder y utilizar una cuenta financiera permanece todavía por debajo del 50%.   En muchos de estos países, algunos de los factores que facilitan la inclusión financiera no existen todavía. Necesitamos invertir para llenar estos vacíos. Por ejemplo, en África, los datos de Global Findex muestran que para las personas financieramente excluidas, no tener acceso a un teléfono o a un agente financiero está entre los principales obstáculos para utilizar los servicios financieros digitales (Gráfico 6). Abordar la brecha en estos dos facilitadores sería ya de gran ayuda para más de 100 millones de personas en estos países, en términos de facilitar su acceso a cuentas financieras. Asimismo, contribuiría a reducir la brecha de género y la brecha entre las zonas rurales y las urbanas en el acceso financiero porque la población rural tiene un 54% menos de probabilidades de poseer un teléfono, y la brecha de género en la propiedad de dispositivos móviles es del 15%.

Gráfico 6: Población financieramente excluida

Gráfico 6: Población financieramente excluida

En otros países del mundo, la escasa confianza en las instituciones financieras y la falta de acceso a instituciones financieras cercanas son también causas que impiden que casi 450 millones de personas accedan a servicios financieros, según Global Findex (Gráfico 7). En este caso, una mejor protección del consumidor, así como la alfabetización financiera y digital, y mejores redes de agentes podrían ayudar a generar tanto confianza en los servicios financieros como acceso a ellos.

Gráfico 7 Población financieramente excluida

Gráfico 7 Población financieramente excluida

Implementar los facilitadores cuya importancia ya reconocemos puede no ser suficiente para lograr la inclusión financiera en todos los países, pero estos facilitadores son esenciales en ese camino. Sin ellos, no se puede lograr la inclusión financiera. Por lo tanto, es de máxima prioridad que los gobiernos, las partes interesadas privadas y los aliados para el desarrollo redoblen sus esfuerzos para implementar o cerrar brechas en facilitadores de inclusión financiera bien reconocidos y para establecer Ecosistemas Públicos Digitales (EPD) efectivos, tal como se describiera anteriormente.

Prioridad #2: Cerrar la brecha de género y las brechas de otros segmentos a través de un enfoque intencional a nivel de sistema

Muchos de los facilitadores que ayudan a promover la inclusión financiera entre la población en general mejoran también la inclusión financiera de las mujeres. Por ejemplo, cuando las mujeres tienen acceso a teléfonos inteligentes, cuando se digitalizan los pagos gubernamentales a las mujeres, cuando las mujeres tienen identificaciones en su propio nombre, cuando las regulaciones permiten el uso de procedimientos simplificados de conocimiento del cliente (KYC por su sigla en inglés) y cuando las redes de agentes llegan a áreas donde las mujeres trabajan (especialmente con agentes mujeres), vemos progreso en la inclusión financiera de las mujeres.

Muchos de los facilitadores que ayudan a promover la inclusión financiera entre la población en general mejoran también la inclusión financiera de las mujeres.

Pero acortar esas brechas en estos facilitadores clave no será suficiente para cerrar la brecha de género en la inclusión financiera porque en muchos países existen obstáculos específicos para brindar servicios financieros a las mujeres, los cuales están en su mayoría arraigados en normas sociales de género. Dado que estos obstáculos están profundamente arraigados, se necesita un cambio a nivel de sistema, es decir, un cambio intencional a nivel país (por parte de todos los participantes del ecosistema financiero) para abordar las brechas en la inclusión financiera de las mujeres. Los líderes clave del sector financiero del país tendrían que liderar y defender tal esfuerzo de reforma. Los proveedores de servicios financieros deberían atender intencionalmente a las clientas, teniendo en cuenta sus características específicas, tales como sus distintos niveles de alfabetización digital y financiera, medios de vida, oportunidades formales e informales de generación de ingresos, movilidad, etc. Aquellos proveedores que ya lo han hecho se han dado cuenta que servir a las mujeres representa un fuerte caso de negocio. También sería necesario que los reguladores y formuladores de políticas intencionalmente eliminaran todo sesgo implícito contra las mujeres en las leyes y regulaciones, tales como, por ejemplo, exigir garantías inmobiliarias allí donde las mujeres no pueden ser propietarias de tierras. Asimismo, sería necesario que ayudaran a producir y analizar datos desglosados ​​por género sobre el uso de servicios financieros por parte de las mujeres para que sirvan como puntos de referencia para el sector. Es también necesario que implementen estrategias para empoderar económicamente a las mujeres, ya que cuando las mujeres tienen acceso a un trabajo u otra fuente de ingresos estable, la brecha de género en la inclusión financiera disminuye significativamente.

De cara al futuro, un desafío adicional que todas las partes interesadas deberán abordar es el de evitar sesgos de género en los algoritmos, en un mundo en rápida digitalización en el que la Inteligencia Artificial (IA) va a desempeñar un papel fundamental en la prestación de servicios financieros y, por lo tanto, influirá en si dichos servicios son inclusivos o no.

Prioridad #3:  Utilizar la inclusión financiera para contribuir a los objetivos de construir un mundo más inclusivo, más resiliente y más verde

Los esfuerzos para cerrar las brechas en el acceso al financiamiento, incluso para las mujeres y otros segmentos tradicionalmente excluidos, sentarán las bases sobre las cuales hacer realidad la promesa de que la inclusión financiera puede ser poderosa para facilitar un mundo más inclusivo, resiliente y verde.   Liberar ese potencial requerirá que el sector se enfoque en cuatro aspectos más allá de promover el acceso universal y el uso de las cuentas: i) Centrarse específicamente en el impacto de la inclusión financiera en el desarrollo, ii) Apalancar el poder de los datos, iii) Canalizar el financiamiento para escalar innovaciones financieras de impacto y iv) Gestionar los riesgos emergentes y acelerados.

Centrarse específicamente en el impacto de la inclusión financiera en el desarrollo

La industria de la inclusión financiera, y con ella, los proveedores e inversores de finanzas inclusivas, hasta ahora han anclado la narrativa del sector, su trabajo y sus indicadores de resultados, en la creación de acceso y el uso de, servicios financieros. Estos esfuerzos culminaron en 2013, bajo el liderazgo del Banco Mundial, con el establecimiento de una meta de Acceso Universal a los Servicios Financieros para el año 2020. Dichos esfuerzos fueron de buena utilidad para el mundo y contribuyeron al progreso significativo de la inclusión financiera que tuvo lugar durante esta última década.

Sin embargo, ha transcurrido una década y continuar enfocados simplemente en aumentar el acceso a las cuentas financieras está frenando a la industria. Podría decirse que nos está impidiendo maximizar colectivamente el impacto que la inclusión financiera puede y debe tener. Tal como se describiera anteriormente, los servicios financieros pueden desempeñar un papel clave en la adaptación climática autónoma de los hogares de bajos ingresos, pero centrarse en crear acceso a cuentas digitales, o incluso a servicios financieros inclusivos genéricos, no es suficiente para facilitar este resultado.  / Actualmente, las fallas del mercado impiden que los proveedores de servicios financieros desarrollen servicios específicos de adaptación climática para hogares de bajos ingresos y MYPES.

Por lo tanto, planteamos que el mayor cambio que la industria de la inclusión financiera y los proveedores de finanzas inclusivas deben realizar en el futuro es poner la utilidad, es decir, los resultados de desarrollo de la inclusión financiera en el centro de todo lo que hacemos. Esto incluirá fortalecer la salud financiera, pero también debe ir mucho más allá de la salud financiera e incursionar profundamente en los resultados de desarrollo.

La salud financiera ha sido definida por un grupo de trabajo convocado por la Asesora Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre Inclusión Financiera para el Desarrollo (UNSGSA) en 2021 como “la medida en que una persona o familia puede gestionar sin problemas sus obligaciones financieras actuales y sentirse segura de su futuro financiero”. [5] La evidencia muestra que muchos factores influyen en la salud financiera, incluyendo (pero sin limitarse a) la inclusión financiera. ¿Pero es ésta un fin en sí mismo? Si bien la salud financiera representa resultados importantes, no debe verse como el resultado final de nuestro trabajo. Necesitamos pensar más claramente y más evidencia sobre los caminos que van desde la salud financiera hacia otros resultados de desarrollo (para individuos, hogares, empresas y sociedades, y economías enteras), incluso hacia la construcción de futuros más inclusivos, más resilientes y más verdes.

Necesitamos pensar más claramente y más evidencia sobre los caminos que van desde la salud financiera hacia otros resultados de desarrollo (para individuos, hogares, empresas y sociedades, y economías enteras).

Articular claramente estos resultados de más alto nivel como comunidad ayudará a guiar nuestro trabajo colectivo. Por ejemplo, nos incentivará a abordar las fallas del mercado que actualmente impiden que los proveedores de servicios financieros desarrollen servicios específicos de adaptación climática para MYPES y hogares de bajos ingresos.

Al mismo tiempo, necesitaremos definir nuevas métricas orientadas a resultados que sirvan como puntos de referencia para la inclusión financiera y para los proveedores e inversores de finanzas inclusivas. Con una atención constante y un enfoque sistemático en los resultados a los cuales queremos contribuir a través de la inclusión financiera, podemos diseñar e implementar colectivamente intervenciones de inclusión financiera de impacto que se basen en evidencia sólida de qué funciona, dónde, para quién y bajo qué circunstancias.

Apalancar el poder de los datos

Las nuevas tecnologías, las capacidades de datos y los rastros de datos están creando una importante oportunidad para maximizar la utilidad de la inclusión financiera para las personas que viven en la pobreza  y para construir un mundo más inclusivo, más resiliente y más verde. Efectivamente, el 73% de las personas de bajos ingresos están incluidas digitalmente, es decir, al menos tienen un teléfono y, por lo tanto, generan rastros de datos. Este número continúa en aumento. Esto es importante porque las instituciones financieras están aprovechando estos rastros de datos para brindar servicios financieros a estas personas.

Las instituciones financieras pueden, por ejemplo, llevar a cabo la debida diligencia de clientes KYC sobre la base de datos alternativos para atraer clientes no bancarizados al sector financiero. Las instituciones financieras pueden realizar además análisis de calificación crediticia basados ​​en datos alternativos para proporcionar crédito a nuevos clientes. El trabajo de CGAP confirma que es posible desarrollar modelos de calificación crediticia con datos alternativos, tales como datos de comercio electrónico, con el mismo poder de predictibilidad que brindan los modelos tradicionales de calificación crediticia basados ​​en datos del historial de crédito. Esto podría potencialmente marcar una gran diferencia para la inclusión financiera, ya que el 33% de las personas que viven en la pobreza incluidos digitalmente está financieramente excluido*, lo cual significa que si aprovecháramos los rastros de datos de quienes están incluidos digitalmente pero no financieramente, podríamos reducir la brecha de exclusión financiera entre un 40% y un 50%, de 1.400 millones de personas que actualmente están excluidas financieramente a alrededor de 800 millones.

“Si aprovecháramos los rastros de datos de quienes están incluidos digitalmente pero no financieramente, podríamos reducir la brecha de exclusión financiera entre un 40% y un 50%.”

Sophie Sirtaine, Directora Ejecutiva de CGAP

El progreso podría ser aún mayor en términos de profundidad de la inclusión financiera, dado que solo el 32% de las personas de bajos ingresos incluidas digitalmente realiza transferencias digitales, solo el 25% ahorra y solo el 12% pide préstamos. Por lo tanto, el potencial de aprovechar sus datos para brindarles estos servicios financieros y reducir la exclusión financiera es aún mayor. Esto representa también una oportunidad de negocio sin explotar para los proveedores de servicios financieros, ya que la evidencia sugiere que existen casos de negocio comercialmente viables.

Esta oportunidad de aprovechar los datos es posible gracias a que muchos gobiernos están implementando el Ecosistema Público Digital (EPD) requerido. Como parte de tal ecosistema, las finanzas abiertas son particularmente prometedoras ya que permiten (con el consentimiento del cliente) que los datos generados por los clientes que viven en la pobreza se compartan entre las instituciones del mercado financiero. , mientras que las API abiertas permiten a proveedores externos, tales como Fintech, desarrollar productos y servicios basados ​​en datos. Esto, a su vez, está dando nueva forma a los mercados financieros a través de una modularización de la cadena de suministro del sector financiero donde diferentes tipos de actores desempeñan diferentes roles y juntos ofrecen productos mejores y más baratos a más clientes. Por ejemplo, como se mencionara anteriormente, las Fintech pueden ahora desarrollar algoritmos de debida diligencia del cliente y modelos de calificación crediticia en base a datos alternativos y luego ofrecer estos servicios ya sea como bancos digitales integrales o en asociación con bancos existentes en los balances del banco y a través de sus interfaces de clientes. Al fomentar la innovación basada en datos y una mayor competencia en los mercados financieros, la combinación de finanzas abiertas y sistemas de pago interoperables se ha convertido ya en un factor clave para una mayor inclusión financiera en países tales como Brasil.

Los avances relacionados con la Inteligencia Artificial (IA) extenderán aún más la frontera del acceso a los servicios financieros.   Los algoritmos de reconocimiento facial y de voz están permitiendo que las personas con alfabetización limitada, así como las personas ciegas y sordas, accedan a servicios financieros. Las metodologías basadas en el Procesamiento de Lenguaje Natural (PLN) permiten ya el desarrollo de algoritmos de calificación crediticia de alta precisión, así como el desarrollo de soluciones de SupTech, tales como herramientas de monitoreo de redes sociales, que contribuirán a aumentar la confianza de los clientes en los servicios financieros digitales.

Estas interesantes innovaciones basadas en datos poseen un inmenso potencial. Nos brindan la oportunidad de atraer a más personas al sistema financiero y ofrecerles productos financieros con mayor impacto, todo ello impulsado en gran medida por el sector privado, con un consumo limitado de recursos públicos. Pero esta oportunidad sólo se aprovechará si fomentamos proactivamente dicha innovación, mediante entornos políticos y modelos de negocios propicios y adecuados.

Canalizar el financiamiento para escalar innovaciones financieras de impacto

Si queremos acortar la enorme brecha de inclusión financiera y liberar el verdadero potencial de la inclusión financiera para contribuir a los resultados de desarrollo, será necesario ampliar y replicar las más prometedoras innovaciones basadas en datos.  Esto requerirá de un financiamiento importante.

La Encuesta de Entidades de Financiamiento de CGAP muestra que el financiamiento global para las finanzas inclusivas ha estado creciendo de manera constante durante la última década hasta alcanzar alrededor de US$ 68 mil millones en el año 2021. Las Instituciones Financieras de Desarrollo (IFD) han estado proporcionando la mayor parte de dicho financiamiento, mientras que el financiamiento privado, especialmente de fundaciones privadas e inversores de impacto y otros inversores, ha tenido el crecimiento más rápido.  Esta tendencia es prometedora para concretar la innovación financiera inclusiva a escala.

Pero para que dicho financiamiento maximice el impacto y verdaderamente capture el potencial de la inclusión financiera, sería necesario que todos quienes financian o invierten en innovaciones financieras inclusivas (incluidas las IFD y los inversores privados de impacto y otros inversores) adopten un enfoque totalmente orientado a los resultados. Esto debería incluir la adopción de marcos de medición y monitoreo de las inversiones (MMI) totalmente orientados a los resultados, como se describiera anteriormente, y luego la utilización de los mismos como brújula para invertir en las innovaciones más prometedoras y cuyo impacto pueda ser más fuerte. Hacerlo podría brindar un incentivo para canalizar más financiamiento a África, por ejemplo, ya que África todavía absorbe menos del 1% del financiamiento de riesgo global. [6] 

Gestionar los riesgos emergentes y acelerados

El rápido desarrollo de las innovaciones digitales ciertamente ofrece significativas esperanzas de lograr una inclusión financiera de impacto, pero también conlleva muchos riesgos, que se están ya traduciendo en un impacto negativo para los consumidores. Una investigación de CGAP en Côte d'Ivoire destaca que el 88% de los usuarios de servicios financieros digitales experimentaron de primera mano al menos un riesgo en 2022 , ya fuera por información inadecuada, robo de identidad, fraude de aplicaciones móviles u otros. Alrededor del 40% de estos clientes dijeron que habían perdido dinero por este motivo.

Estas cifras alarmantes no son motivo para alejarse de los servicios financieros digitales porque los beneficios de apalancar su potencial son mucho mayores. Sin embargo, son un motivo real de preocupación y requieren que todas las partes interesadas del ecosistema financiero digital las gestionen en forma activa. Con colaboración, competencias adecuadas y un enfoque centrado en el cliente, las partes interesadas pueden establecer un Ecosistema de finanzas digitales responsable (EFDR) que asegurará que el efecto positivo de las innovaciones digitales para la inclusión financiera no se vea superado por los riesgos.

Asimismo, las rápidas disrupciones digitales están desafiando a los reguladores y formuladores de políticas. Están planteando cuestiones importantes respecto a la regulación de nuevos actores que están fuera de su perímetro regulatorio tradicional; a la colaboración con otros reguladores, incluso transfronterizos; y a cómo equilibrar diversos objetivos de políticas públicas, incluida la promoción de la competencia y la innovación, por un lado, y la garantía de protección y estabilidad, por el otro. Estas preguntas requerirán de experimentación regulatoria y orientación por parte de instituciones y emisores de estándares nacionales e internacionales.

Pero el mayor riesgo de todos es la brecha digital. Si no cerramos la brecha digital, las tendencias positivas en el desarrollo digital en realidad reforzarán la exclusión en lugar de promover una mayor inclusión, porque todos los avances prometedores que estamos viendo se construyen en senderos digitales.  La brecha digital actual es particularmente grande entre las mujeres y los hombres, así como entre las zonas urbanas y las rurales. Si no la abordamos, estas brechas se ampliarán. Por lo tanto, puede que cerrar la brecha digital a nivel mundial sea el requisito previo más importante para aumentar la inclusión financiera de impacto.

Se está gestando una nueva ola de inclusión financiera de impacto, ¿podremos maximizarla?

La encrucijada en la que nos encontramos ofrece la oportunidad de fomentar una segunda gran ola de progreso en inclusión financiera, esta vez no sólo en amplitud sino también en profundidad y utilidad. Las asociaciones público-privadas serán necesarias para emprender ese camino. El sector privado puede aprovechar aún más el poder de los datos para innovar y desarrollar nuevas soluciones, servicios, productos y mecanismos de entrega financieros que puedan mejorar la amplitud, profundidad y utilidad de la inclusión financiera. También puede financiar la ampliación de innovaciones que prometen tener éxito. Sin embargo, para facilitar que estas cosas sucedan, será necesario que el sector público implemente los facilitadores clave y construya ecosistemas públicos digitales (EPD) eficaces, compuestos por infraestructura pública digital, regulación de habilitaciones y marcos de finanzas abiertas, así como ecosistemas digitales responsables. Los actores públicos, especialmente las IFD, también necesitarán ayudar a reducir el riesgo del capital privado para centrarse en innovaciones con impacto, incluso cuando los riesgos sean aún altos. También tendrán que guiar al sector hacia un enfoque intencional en los segmentos excluidos. Las entidades de financiamiento y las organizaciones de apoyo al sector desempeñarán un rol vital en fomentar las innovaciones, desarrollar EPD eficaces, ampliar soluciones y eliminar la brecha digital.  

Efectivamente, hemos llegado a una encrucijada. Sabemos que esta agenda plantea muchos desafíos y que muy pocas cosas resultan fáciles. Pero vale la pena aspirar a obtener recompensas colectivas: mayor inclusión financiera; avances en resultados de desarrollo más amplios; y mejores oportunidades para las personas que viven en la pobreza, vulnerables y desatendidas. En CGAP, somos optimistas de que podemos lograr esta agenda tan ambiciosa a través de un esfuerzo colectivo, tanto a través de alianzas y colaboración, como mediante la adopción de medidas por parte de cada actor de los ecosistemas financieros en aquellos aspectos que les son adecuados. Estamos convencidos de que, al impulsar colectivamente una agenda de este tipo, se liberará el potencial de la inclusión financiera hacia futuros más verdes, más resilientes y más inclusivos.

Corrección:  Una versión anterior incorrectamente indicaba que el 33% de las personas que viven en la pobreza digitalmente incluidas estaban actualmente incluidos financieramente.  Ese es el porcentaje excluido.

 


[1] Medido de acuerdo a la participación y las oportunidades económicas, logros educativos, la salud y la supervivencia, y el empoderamiento político. 

[2] Stéphane Hallegatte, Adrien Vogt-Schilb, Mook Bangalore y Julie Rozenberg. 2017. Indestructibles: Construyendo la resiliencia de los más pobres frente a desastres naturales. Washington, DC: Banco Mundial.

[3] Análisis de la Oficina de la Asesora Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre Inclusión Financiera para el Desarrollo, basado en el Global Findex  y el Índice de la Iniciativa de Adaptación Global de Notre Dame (ND-GAIN). Se define a los países vulnerables al clima como aquellos que se encuentran en el 50% superior del índice de vulnerabilidad ND-GAIN.

[4] Ver Global Findex.

[5] https://www.unsgsa.org/sites/default/files/resources-files/2021-11/Salud%20Financiera_01.pdf Los factores relevantes que afectan la salud financiera son: (i) Día a día: Gestión adecuada de las finanzas a corto plazo para cumplir con las obligaciones financieras y las necesidades de consumo (ii) Resiliencia: Capacidad para absorber y recuperarse de los choques financieros. iii) Metas: en camino de alcanzar metas futuras, y (iv) Confianza: sentirse seguro y en control de las finanzas.

[6] Ver African Private Capital Association (AVCA). 2023. “2022 African Private Capital Activity Report”. https://www.avca.africa.

 

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Jorge Oliva Mol , Caja Los Héroes, Chile
22 Septiembre 2023

Para complementar este ensayo, hay que darle una mirada a la población de la tercera y cuarta edad (Silver Economy). Será sin duda, una población que sus brechas digitales se ampliarán, sus ingresos de actividades formales se reducirán, será la población que más crecerá, y los trabajos formales se reducirán, entre otros elementos. Hay un desafío por comprender, atender y ocuparse.

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