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¿Qué significa la inclusión financiera para el bienestar de las mujeres jóvenes?

Iniciativas de inclusión financiera bien implementadas para varios subsegmentos de mujeres jóvenes pueden producir resultados financieros y no financieros positivos.
Jóven mujer frente a un mostrador de comidas en Colombia.

Hoy en día hay casi 600 millones de mujeres jóvenes de entre 15 y 24 años en el mundo, y cerca del 90% de ellas viven en economías en desarrollo. Muchas de estas jóvenes se enfrentan a barreras normativas y estructurales, que las sitúan entre los más excluidos social y económicamente de todos los usuarios potenciales de servicios financieros. Un próximo documento de trabajo de CGAP indica que las iniciativas de inclusión financiera bien implementadas para varios subsegmentos de mujeres  jóvenes han demostrado producir resultados financieros positivos, tales como una mayor capacidad financiera y ahorros.   Algunas se han asociado también con mejoras en áreas no financieras tales como la educación, la salud y el funcionamiento psicosocial. Si bien estos impactos son difíciles de desentrañar, las investigaciones actuales indican que los programas plurales con componentes de inclusión financiera pueden beneficiar a las mujeres jóvenes marginadas.

Una edad crítica, con impactos duraderos en la inclusión financiera

Muchas mujeres jóvenes de entre 15 y 24 años atraviesan dramáticas transiciones en un lapso de tiempo relativamente corto: de ser legalmente menor de edad a ser mayor de edad, de estudiante a trabajadora, de soltera a estar en pareja, de niña a estar a cargo de cuidados. Cada transición puede tener impactos de por vida en estas mujeres jóvenes y en generaciones futuras, pero muchas se enfrentan a formidables obstáculos para lograr esas transiciones con éxito. A nivel mundial, la proporción de mujeres jóvenes que no trabajan, ni estudian, ni reciben capacitación es el doble que la de los hombres jóvenes. En el África subsahariana, tienen ocho veces más probabilidades de casarse antes de los 18 años. Y la prevalencia del VIH entre las jóvenes mujeres a nivel mundial es casi el doble que la de sus homólogos masculinos.

Los niveles de inclusión financiera de las mujeres jóvenes reflejan estos desafíos más amplios. Si bien en las economías en desarrollo aumenta marcadamente a tasas bastante iguales entre las personas que están a fines de su adolescencia, la adopción de cuentas formales por parte de mujeres y hombres comienza a divergir alrededor de la mayoría de edad, lo cual produce una brecha de género que persiste a lo largo de las edades.

Gráfico 1 – Inclusión financiera de las mujeres jóvenes

¿Qué puede hacer la inclusión financiera?

Casi dos décadas de investigación indican que las intervenciones de inclusión financiera pueden ayudar a las jóvenes mujeres a desarrollar activos financieros.  La inclusión financiera puede asimismo facilitar el desarrollo del capital humano, la voz y la capacidad de acción, y también la integridad corporal, todo lo cual es necesario para convertirse en adultas sanas, productivas y empoderadas. Sin embargo, se necesita más investigación para comprender exactamente qué puede contribuir la inclusión financiera (definida como servicios y/o educación financiera) a los resultados de bienestar de las mujeres jóvenes.

Para llenar este vacío de investigación, una publicación de CGAP a publicarse próximamente combina los hallazgos del Instituto Global Social Development Innovations (GSDI), con una revisión más amplia de la investigación sobre los impactos financieros y no financieros que los programas de inclusión financiera tienen en las mujeres jóvenes. La gran mayoría de los estudios revisados ​​procedían del África subsahariana y trataban sobre el trabajo con jóvenes mujeres muy marginadas, todas ellas en entornos de alta pobreza, a menudo sin escolarizar, novias que son todavía niñas, madres jóvenes o niños huérfanos/vulnerables. Casi todos estos programas combinaron la inclusión financiera con intervenciones en otros ámbitos (es decir, fueron de naturaleza plural).

La intervención de inclusión financiera más común en estos programas fue la educación financiera, a menudo combinada con algún tipo de servicio financiero. Los programas también ofrecieron una amplia variedad de intervenciones en otras áreas, más frecuentemente relacionadas con la salud, seguidas por el funcionamiento psicosocial y los medios de vida y, con menor frecuencia, la educación. A veces, éstas incluían transferencias de efectivo o materiales. Estos servicios se prestaban muy a menudo a través de clubes facilitados por mentoras, comúnmente conocidos como “espacios seguros”.

La inclusión financiera puede asimismo facilitar el desarrollo del capital humano, la voz y la capacidad de acción, y también la integridad corporal, todo lo cual es necesario para convertirse en adultas sanas, productivas y empoderadas.

Casi todos los estudios mostraron una mejora en el conocimiento o los comportamientos financieros, desde una mayor motivación y planes para ahorrar, hasta una mayor capacidad financiera, mejores hábitos de ahorro, mayores ahorros, acceso a créditos para la generación de ingresos y mayores activos. Los impactos positivos de estos programas plurales también se demostraron en otras áreas correspondientes a sus intervenciones. Los resultados ilustrativos incluyeron mejoras en la salud sexual y reproductiva, menor participación en conductas sexuales de riesgo y mejores conocimientos sobre el VIH; aumento de la autoeficacia, las aspiraciones y las medidas de empoderamiento de género; mayor participación en la fuerza laboral y mayores ingresos; y una mayor capacidad para cubrir los costos educativos, así como también una mayor matrícula y mejores calificaciones.

Si bien hubo amplia evidencia de mejores resultados, prácticamente todos los programas plurales se implementaron y evaluaron como un paquete, lo cual hace casi imposible desentrañar el impacto de los componentes de inclusión financiera en forma específica. Asimismo, los hallazgos de los pocos estudios diseñados para aislar el impacto de la inclusión financiera no fueron consistentes. Unos pocos programas plurales sí sugirieron que la inclusión financiera fortaleció algunos resultados no financieros, pero otros estudios rigurosos no hallaron estos impactos.

Sin embargo, la investigación sí sugiere argumentos para incluir intervenciones de inclusión financiera en programas más amplios para apoyar a las jóvenes mujeres marginadas:

  1. Los componentes de inclusión financiera parecen impulsar la participación en los programas, lo cual no es sorprendente en el contexto de la pobreza.
  2. Los programas plurales pueden reducir los riesgos para las jóvenes mujeres. Por ejemplo, es posible que les permitan trabajar a tiempo parcial mientras estudian, sin comprometer sus estudios escolares.
  3. La programación complementaria también puede ayudar a proteger a las mujeres jóvenes de la reacción masculina que puede a veces ocurrir cuando las intervenciones de inclusión financiera conducen a un acceso rápido y visible de las mujeres a los recursos. Los grupos de ahorro parecen ser particularmente eficaces, dado que crean activos tanto financieros como sociales.

Ir más allá de “si” implementar intervenciones de inclusión financiera a “cómo hacerlo”

Si bien la evidencia hasta la fecha es alentadora pero no definitiva, buscar respuestas concluyentes sobre los impactos no financieros de la inclusión financiera para las jóvenes mujeres podría ser poco realista dada la cantidad de estudios necesarios en variados contextos. En lugar de esto, podría ser más práctico seguir investigando cómo agregar intervenciones de inclusión financiera de manera más efectiva a los programas plurales para mujeres jóvenes.  Por ejemplo:

  • ¿Cuál es la mejor herramienta para ayudar a las mujeres jóvenes a acumular y controlar recursos financieros: la educación financiera y/o los servicios financieros? ¿Cómo funcionan estas herramientas con o sin una programación de medios de vida, y cómo se comparan con las transferencias de efectivo o de otros tipos?
  • ¿Cómo se pueden minimizar las compensaciones entre la cobertura, el costo y la complejidad de programas plurales? ¿Se pueden aprovechar los canales digitales sin sacrificar el impacto? ¿Y existen posibles formas de ahorrar costos en dichos programas a través de servicios financieros comerciales?

Responder estas preguntas requerirá la colaboración no sólo de los investigadores, las organizaciones que prestan servicios a jóvenes y financiadores que ya han producido gran parte de la investigación, sino también de actores privados tales como proveedores de servicios financieros y operadores de telecomunicaciones.

Estén atentos para más análisis, conclusiones e implicaciones en el próximo documento de trabajo de CGAP (suscríbase al boletín de CGAP para ser notificado). Esperamos trabajar con aliados para continuar explorando cómo maximizar el impacto positivo de la inclusión financiera para las mujeres jóvenes.

 

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