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Evidencia de un modelo fracasado

Artículo de opinión sobre el modelo básico de las microfinanzas: El uso del microcrédito para crear o expandir una actividad generadora de ingresos.

Este artículo fue escritó por Milford Bateman, un Investigador del instituto británico Overseas Development Institute (ODI), y traducido por Martín Páez Molina, del periódico en línea, MicroDinero el 8 de febrero del 2011. El artículo de Bateman fue publicado originalmente en inglés en Financial World, el 2 de febrero del 2011, y es reproducido en el Portal de Microfinanzas con su autorización.

Evidencia acumulada en los últimos treinta años muestra que el modelo básico de las microfinanzas -el uso del microcrédito para crear o expandir una actividad generadora de ingresos- sencillamente no funciona. 

Allí donde las microfinanzas lograron hacer pie en la comunidad local, los resultados son un inestable “hoy aquí, mañana vemos” masa de microempresas del sector informal, sin casi ningún poder transformador. Contrariamente a los mitos y las relaciones públicas de las microfinanzas, la economía local no va en dirección a la reducción de la pobreza, sustentabilidad, formalidad y crecimiento equitativo sino casi exactamente en sentido opuesto. 

Hoy podemos ver los resultados en Jobra, el pueblo en Bangladesh donde el Dr. Muhammad Yunus fundó el ícono Grameen Bank a fines de los ’70. Desafortunadamente, Jobra continúa atrapada en la pobreza y, de modo inquietante, ha comenzado a experimentar el aumento del endeudamiento individual. Resultados al estilo Jobra son también pauta emergente en otras localizaciones donde se ha producido una saturación microfinanciera, notablemente Bosnia, Bolivia, México, Nicaragua y Marruecos. 

Está ampliamente aceptado que la crisis en Andhra Pradesh es la problemática más seria que han debido enfrentar las microfinanzas hasta el momento. Tras cuatro años de intervención ineficaz de agencias oficiales y del Reserve Bank of India, el gobierno de este estado del sudeste indio tomó cartas en el asunto en octubre con una legislación especial para reducir prácticas agresivas de préstamo y otros abusos contra clientes. Pero el daño ya estaba hecho. Los clientes pobres aprovecharon la confusión para dejar de pagar sus costosos paquetes de microcréditos, lo que a su vez ocasionó que los bancos comerciales comenzaran a restringir el fondeo a las principales IMFs. Es probable que una parte significativa del sector microfinanciero no sobreviva por mucho tiempo. 

Para muchos entendidos, incluyendo a Vijay Mahajan, fundador de BASIX, la institución de microfinanzas y crédito agrícola india, la crisis es resultado del afán de crecimiento, porciones de mercado y ganancias de las principales IMFs: se trata de una crisis abrumadoramente impulsada por el mercado. Solo los obcecados fundamentalistas del mercado niegan esto, aduciendo que se trata de “una crisis nacida de la intervención del gobierno”. 

¿Dónde ocurrirá la próxima crisis de las microfinanzas? Dinámicas similarmente destructivas han tenido lugar en Bangladesh. Hay allí un gran número de préstamos múltiples para hogares pobres y presión sobre clientes para aceptar ampliaciones de microcréditos (top-up micro-loan), independientemente de si pueden o no utilizarlos productivamente. Varias de las principales IMFs están empeñadas en extender y pretender la ficción de una tasa de repago del 98%. La rápida expansión del sector microfinanciero de Perú acrecienta la preocupación de que se esté gestando allí también un escenario “de bonanza a descalabro” (boom to bust). Podemos aprender de anteriores episodios boom-to-bust. 

En 1999, Bolivia tuvo una de las primeras experiencias de crisis de microfinanzas comerciales. Con módicos progresos de reducción de la pobreza en su haber, el gobierno izquierdista de Evo Morales, que asumió el poder en 2006, reconoció que debía implementarse un cambio. Durante mucho tiempo, una gran parte de los escasos recursos financieros de Bolivia fueron intermediados a través de IMFs comerciales. Pero esto no logró otra cosa más que convertir las áreas urbanas de Bolivia en gigantescos bazares al aire libre. 

Mientras tanto, los agricultores de subsistencia del país no podían usar la costosa microfinanciación para salir de la pobreza y terminaron entrampados. Las microfinanzas comerciales fueron vistas, así, como la causa primaria de la profundización de la pobreza en Bolivia. 

El gobierno de Morales necesitó hacer cambios fundamentales. Negoció acuerdos con las principales IMFs para bajar tasas de interés e insistió que ellas debían ofrecer más apoyo a empresas potencialmente sustentables (incluyendo cooperativas) y ampliar las explotaciones agrícolas familiares. Se crearon bancos para pequeñas y medianas empresas, que ofrecían créditos a bajo interés para pequeños negocios industriales y de manufactura agrícola, olímpicamente ignorados por el sector de las microfinanzas. 

La sabiduría de estos cambios fue confirmada cuando, por primera vez en treinta años, la pobreza en Bolivia comenzó a caer muy rápido, parcialmente al menos gracias a estas nuevas pequeñas y medianas empresas (PYMEs). La posterior confirmación de la solidez de este enfoque llegó en 2010 cuando el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) lanzó The Age of Productivity (*), donde se atribuye la pobreza de América Latina a la equívoca asignación de los pocos recursos financieros a las microempresas y al autoempleo, privando al sector de las PYMEs de fondos con los cuales hubieran podido construir economías de escala. 

La declinación de la financiación al sector PYME, con mucho más potencial para lograr un crecimiento de la productividad, constituyó una catástrofe para América Latina. Es mucho lo que La Paz le puede enseñar a Hyderabad… y a Dhaka, Sarajevo y a las agencias de desarrollo internacional. 

* La edición en español de la obra a que hace mención el autor es La Era de la Productividad. Cómo Transformar las Economías desde sus Cimientos, Carmen Pagés (editora), BID y Fondo de Cultura Económica, 2010. Hay una versión digital del libro disponible en la página del BID.

** Las opiniones expresadas en este artículo no reflejan necesariamente el punto de vista del Portal de Microfinanzas y el CGAP.

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