A medio camino en la reducción de brechas de género en América Latina
Desde múltiples frentes, la inclusión financiera de las mujeres representa una estrategia prometedora para el desarrollo y reducción de la desigualdad. Esta se asocia con alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas, con la estabilidad financiera de las familias que integran y con el crecimiento económico de sus países. Se relaciona también a la consolidación de su capacidad de negociación y, con ello, a la inversión en activos productivos y educación de todos los niños del hogar. Los beneficios son significativos y su potencial es transformador.
Sin embargo, el reto de la inclusión supera la necesidad de abrir cuentas a su nombre. La exclusión financiera de las mujeres converge con las múltiples limitaciones estructurales en las que se encuentran insertas, tales como con su presencia mayoritaria en mercados informales, menores niveles de literacidad, dificultades para el acceso a identidad y una mayor dependencia económica a la familia. Asimismo, la inclusión que desencadene cambios sustantivos es naturalmente compleja; altamente dependiente de factores como la complementariedad de servicios, el acceso a diversas oportunidades, o la flexibilidad de las normas que gobiernan su mundo social.
Implementando Estratégias Nacionales de Inclusión Financiera
Reconociendo este reto, gran parte de los países en América Latina se encuentra implementando iniciativas de alcance nacional sobre la materia. Son a la fecha 13 los países (Brasil, México, Paraguay, Perú, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, El Salvador, Haití, Panamá, Trinidad y Tobago y Honduras) que han asumido compromisos públicos e intersectoriales desde el 2011, consolidados en lo que se conoce como Estrategias Nacionales de Inclusión Financiera (ENIF). Su popularidad se fundamenta en el potencial para la coordinación y trabajo multisectorial, quizás el más eficiente al momento de promover acciones integrales para la inclusión con énfasis en los sectores más vulnerables.
Los resultados a nivel global han sido en general positivos. Las ENIF han contribuido a que los países desarrollen diagnósticos exhaustivos y a que establezcan compromisos políticos y operativos en el más alto nivel de gobernanza. Se han logrado hitos y tendencias en el acceso a servicios financieros difícilmente reversibles, entre ellos la masificación de cuentas en sectores tradicionalmente excluidos.
Resultados positivos iniciales
En la región, la cantidad de personas pobres con al menos una cuenta aumentó de manera acelerada durante el periodo 2011-2014, trayendo consigo la reducción de la desigualdad en el acceso de acuerdo a nivel de ingresos. En este último año, por lo demás, el porcentaje de mujeres con una cuenta representó un incremento de casi el 40% desde el 2011; con ello, la brecha entre hombres y mujeres también se redujo, y pasó de 9 a 6 puntos de diferencia, con mayor proporción en aquellos países que contaban con brechas más significativas.
No es difícil atribuir esta tendencia a la vinculación de los pagos de Gobierno a productos financieros, tradicionalmente a nombre de las madres de cada familia. En el 2014, el 39% de las personas recibiendo transferencias del gobierno lo hizo a través de su primera cuenta en el sistema financiero, 68% de ellos mujeres. Gracias a ello, la brecha en los segmentos con menores ingresos probó ser casi inexistente en el 2014 (Global Findex 2017), y hombres y mujeres accedieron en igual proporción a productos y servicios regulados y protegidos.
Gráfico 1. Brecha de Género en tenencia de cuentas, por país. Fuente: Trivelli y Caballero, 2018.
Pero la brecha se incrementó nuevamente
Con todo, aun cuando estas iniciativas probaron ser efectivas para el cierre de brechas en países que partían de niveles elevados de desigualdad, han probado también ser insuficientes para superar las diferencias entre hombres y mujeres de manera definitiva. De hecho, los países que en un inicio ven reducir su brecha de género para el periodo 2011-2014 reportan un incremento de la misma hacia el 2017, y gran mayoría de las usuarias continúa retirando todo su dinero una vez recibe notificación sobre su pago. Entre las muchas razones que las mujeres dan para el no acceso a las cuentas se desprende la percepción de estos productos como algo ajeno a sus características y necesidades (Global Findex 2017).
¿Cómo podemos mejorar las Estrategias Nacionales?
Así, haciendo un balance a las contribuciones de las ENIF en materia de reducción de las brechas de género, podemos afirmar que los progresos son a la fecha mixtos.
- La implementación de compromisos nacionales efectivamente representa un primer paso para la puesta en agenda de la importancia de incluir financieramente a las mujeres. Sin embargo, solo cinco de once ENIF en América Latina las mencionan dentro de sus diagnósticos (Haití, Jamaica, México, Paraguay y Perú), y dos las consideran un grupo de interés especial dentro de sus iniciativas (Haití y Perú); ninguna estrategia se plantea la reducción de la brecha de género como un indicador de éxito. No es de extrañar que la invisibilización de las mujeres a lo largo de todos los planes operativos se traduzca eventualmente en el regreso de las desigualdades en términos de acceso y uso de servicios financieros.
- Otra contribución importante ha sido la creación de mecanismos para monitoreo y supervisión de progresos en términos de acceso y uso de servicios financieros. Las ENIF han probado ser herramientas poderosas para la generación de información, y para la elaboración de diagnósticos nacionales y regionales. Preocupa, sin embargo, la ausencia de indicadores de logro divididos de acuerdo sexo, incluso cuando varios países de la región ya están recopilando y analizando información financiera desagregada. Es latente el riesgo de ocultar las posibles desigualdades que el progreso en materia de inclusión financiera traiga consigo.
- Finalmente, las ENIF en América Latina logran la alineación de una serie de intereses nacionales a través de nuevas estructuras de gestión, con frecuencia lideradas por los Ministerios de Economía y Finanzas de cada país. Muchas, sin embargo, carecen de mecanismos institucionales responsables del monitoreo de tareas y de la asignación de presupuestos que hagan posible tal seguimiento. Sin un plan de trabajo claro y detallado, las ENIF corren el riesgo de transformarse en instrumentos abocados al encuentro de metas de corto plazo, de las cuales las mujeres solo se ven parcialmente beneficiadas.
En resumen, se han consolidado acuerdos y compromisos importantes, y la región sin duda camina en la dirección adecuada. Existe, sin embargo, una importante desatención al desarrollo de iniciativas sensibles, necesarias para el logro de una real reducción de las desigualdades de manera real y sostenida. Una segunda versión de las ENIF tendría que necesariamente hacer explícito su compromiso por el cierre de brechas de género, y con ello desarrollar los mecanismos necesarios para su implementación, seguimiento y medición. Sin estas medidas, nos encontraremos entrampadas a medio camino.
Este artículo es el blog de pre-lanzamiento de FinEquityALC, una plataforma regional para América Latina y el Caribe (ALC), creada por FinEquity para profundizar la inclusión financiera de las mujeres en la región. FinEquityALC albergar y consolidar contenido en español que destaca desafíos y soluciones regionales relevantes, así como también experiencias de fuera de la región que puedan contribuir al aprendizaje de profesionales, hacedores de políticas e investigadores en ALC.
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