Ante COVID-19, la apuesta debe ser colectiva y solidaria
En este momento, una preocupación generalizada a nivel mundial reside en las posibilidades de recuperación luego de la emergencia desatada por el COVID-19, que ha puesto de presente las profundas desigualdades estructurales -que se evidencian, por ejemplo, en las brechas en materia de salud, vivienda, educación, economía y cuidados- que persisten en las naciones de la región y el mundo. Esta situación de emergencia, tiene en jaque las capacidades institucionales, el sistema económico y de salud, entre otros, al tiempo que evidencia la necesidad de gestar procesos de cohesión social que contribuyan al sostenimiento de la sociedad durante y después de esta coyuntura.
La respuesta al COVID-19 debe estar liderada por el Estado -como garante del ejercicio de los derechos- en alianza con entidades públicas y privadas, que cuentan con los recursos económicos y logísticos para brindar garantías a diferentes poblaciones, sobre todo aquellas que se encuentran en situación de vulnerabilidad alta. Dado el tamaño de la emergencia y las deficiencias institucionales, en algunas partes de Colombia, esta tarea ha empezado a ser compartida con organizaciones sociales, líderes y lideresas comunitarias e iniciativas ciudadanas en general. Muestra de ello, son las colectas para la compra de alimentos a las poblaciones más afectadas, así como la creación de redes de apoyo para la contención de situaciones de violencia de género y afectaciones emocionales, promovidas por distintas organizaciones ciudadanas.
Ahora bien, en un escenario posterior, los esfuerzos para mitigar todas las afectaciones a nivel económico, psicológico y social, deberían estar, por supuesto, enfocados en estrategias estatales de gran cobertura y de largo alcance, que den garantías, incentivos, oportunidades y ayudas a diferentes partes de la población en las ciudades y las zonas rurales. Aún así, estos esfuerzos deberán estar acompañados de dinámicas y procesos sociales gestados de manera colectiva, para que las acciones entorno a la mitigación logren abarcar todas las esferas de la vida y cubrir a la mayor cantidad de personas posibles.
Algunas ideas para adelantar esta tarea que tenemos como sociedad, podrían encontrarse en las dinámicas de decenas de mujeres rurales que, diseminadas en pequeñas y medianas poblaciones del departamento del Valle del Cauca (Colombia), le han hecho frente a incontables crisis -como las que supone el conflicto armado interno, por ejemplo- y que, pese a las barreras económicas y de género que las afectan, han logrado construir redes e iniciativas solidarias que les han permitido trabajar por el bienestar propio, de sus familias y sus comunidades.
Así, lo evidencia la investigación denominada “Los oficios y los saberes de las mujeres campesinas del Valle del Cauca. Las artes del decir y del hacer en las mujeres del campo”, desarrollada por un grupo de docentes y artistas apoyados por el Fondo Fundación WWB Colombia para la investigación, que contó con la participación de más de 250 mujeres rurales. Desde las labores de cuidado, las tareas artesanales, agrícolas y comerciales, esta apuesta colectiva ha logrado generar ingresos para la subsistencia y convertirse en sostenes culturales de la tradición de los oficios, saberes y artes que ejercen.
"“Una apuesta por el fortalecimiento de estas redes y la creación de lazos solidarios y empáticos, van a ser claves para la estrategia de recuperación frente a las crisis actuales propiciadas por COVID-19”.
Estos roles, les han permitido transitar de la esfera privada de sus casas hacia la esfera pública comunitaria, donde en conjunto han instaurado modelos organizativos que valoran, reconocen y fortalecen sus capacidades de agencia y su liderazgo, posibilitando la generación, desde ellas mismas, de estrategias de negociación, denuncia y/o resistencia que, de manera individual, posiblemente no surgirían.
Para articularse, han recurrido a actividades tan tradicionales como las mingas o las comitivas -en las que todas asumen tareas específicas que les permiten hacer mejor y más rápida la labor-, que, tal como lo señala la profesora Florencia Mora, directora del proyecto de investigación, “determinan los ‘modos de proceder’, revelando valores colectivos como la unión, la solidaridad, la identidad, la memoria, la perseverancia, el trabajo duro y conjunto”.
Lecciones de crisis pasadas
Uno de los ejemplos más representativos de la investigación es el de 25 mujeres agrupadas en la asociación de hoteleros y comerciantes de La Bocana, un corregimiento turístico de Buenaventura, quienes, al tiempo que cuentan con emprendimientos individuales, se han unido para trabajar sobre temas comunitarios, como sucede con la crisis medioambiental que enfrentan por cuenta de los residuos sólidos que llegan a su territorio desde las zonas urbanas. Sus acciones van desde la conformación de brigadas de limpieza de las playas, pasando por la búsqueda de organizaciones privadas para la capacitación en la adecuada disposición de los plásticos, hasta la participación en el Consejo Comunitario, organismo encargado de administrar las decisiones territoriales.
Los resultados de esta investigación ponen sobre la mesa dos aspectos fundamentales: primero, la necesidad de reconocer y fortalecer el rol de las mujeres como pilares de las dinámicas económicas, comunitarias, sociales y políticas. Segundo, la importancia de los valores asociativos ejercidos por ellas, que se han convertido en aspectos vitales para su supervivencia y que de ser replicados a gran escala podrían suponer nuevos modos de vincularnos entre seres humanos, reconociendo la interdependencia y el requerimiento universal de cuidados de todo orden: físicos, emocionales y relacionales, que deben ampliarse para ser integrales y colectivos.
Así las cosas, una apuesta por el fortalecimiento de estas redes y la creación de lazos solidarios y empáticos, van a ser claves para la estrategia de recuperación frente a las crisis actuales propiciadas por la COVID-19, lo que aunado a esfuerzos estructurales que disminuyan las desigualdades y el grado de vulnerabilidad al que se han visto expuestas múltiples poblaciones en Colombia, representaría una contribución para el alistamiento del país y la región de cara a posibles situaciones similares en el futuro.