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Mujeres que transforman sus comunidades

Una iniciativa de Fundación Capital en Paraguay que busca fortalecer la participación de las mujeres en la toma de decisiones comunitarias, mejorar sus habilidades empresariales y de vida, y ampliar su acceso a recursos.
Una foto de grupo de participantes del programa Mujeres Transformadoras en Paraguay.

En Paraguay el 50% de la fuerza laboral está compuesta por mujeres, mientras que en los departamentos de Caaguazú, Guairá y Caazapá -donde se señalan los mayores índices de pobreza del país- reside el 13% de las mismas (INE, 2023 ).  Articular acciones entre organizaciones de la sociedad civil, del sector público y privado para acercar a ellas las herramientas y recursos que les permitan convertirse en agentes de cambio de sus comunidades, es clave para intentar la disminución de dichas brechas.

“Mujeres Transformadoras: Generando soluciones económicas en comunidad” es una iniciativa de Fundación Capital con apoyo técnico y financiero de USAID que pretende aumentar la participación de las mujeres en los espacios de toma de decisiones de sus comunidades, mejorar su gestión empresarial y sus habilidades para la vida y aumentar su acceso a recursos comunitarios y financieros, como créditos, herramientas de ahorro y asociatividad, y capacitaciones. 

El kiosco de Norma fue un sueño largamente postergado. Foto: Fundación Capital

Cuando visitamos a María Norma Tandi en Guasory, una compañía del distrito 3 de Mayo en el departamento de Caazapá, hacía poco más de un mes que había inaugurado su kiosco, ubicado frente a su vivienda. La venta de mercaderías de la canasta básica familiar y artículos de limpieza le permite dar sustento a su familia, que hoy está conformada por tres menores en edad escolar.  

Norma tiene 44 años de edad, hace unos seis meses que forma parte de Mujeres Transformadoras y pocas semanas antes de habilitar su negocio había perdido a su hijo mayor de sólo 21 años. Conmocionada, nos contó que Ricardo siempre quiso que su mamá sea dueña de su propio negocio y la alentaba a refaccionar ese espacio de la casa para poder concretarlo. 

Ella se sumó a la iniciativa gracias a un Grupo de Ahorro e Inversión (GAI)  que integra a emprendedoras y vecinas de la compañía Guasory y otras zonas cercanas. Según Norma, el grupo se convirtió en su mayor soporte para vencer la tristeza y levantarse tras la muerte de su hijo.

 “Gracias a mis compañeras del Grupo de Ahorro que me insistieron, me apoyaron y me acompañaron muchísimo, yo pude levantarme, volver a trabajar y animarme a poner mi kiosco, en honor a mi hijo”, nos decía, emocionada. “Ellas me decían, si vos no volvés Norma no vamos a seguir nomás, así que levantate y vení vamos a reunirnos”. 

La transformación en comunidad, de sistemas de soporte asociativos y de colaboración, es el eje motor de Mujeres Transformadoras

La innata pasión de Norma por la cocina la llevó a trabajar en comedores y servicios de comida desde muy temprana edad. La sopa paraguaya es su sello inconfundible en 3 de Mayo, y por supuesto, siempre está exhibida en el mostrador del flamante kiosco para que cualquier comensal al paso la pueda degustar acompañada por la sonrisa de su cocinera.

El distrito de 3 de Mayo, eminentemente rural, está ubicado bien al sur del departamento de Caazapá, el cual es históricamente señalado como el departamento con mayor índice de pobreza extrema del Paraguay. Oriunda del mismo, Norma encontró en su grupo de ahorro, que abraza a unas 20 mujeres, el verdadero significado de comunidad: una red de apoyo que la alienta a retornar, a persistir, a trabajar con fervor a pesar de la adversidad. Y que perdurará en el tiempo, a su lado y al lado de cada una de las mujeres que la conforman, con la fuerza aglutinadora que genera el sentirse perteneciente a una comunidad. 

Desde que Armando y Miguel le invitaron a formar parte de este grupo de ahorro, ella lo preside. 

En el marco de Mujeres Transformadoras, Norma participó además de capacitaciones sobre diagnósticos comunitarios, planes de vida y planes de negocio, que han despertado en ella una perspectiva diferente y le ayudaron a descubrir que su rol de lideresa -reconocido plenamente por su comunidad- le dota no solo de gran influencia, sino de una dosis extra de responsabilidad:“Lo que yo digo se hace, a mí me escuchan, por eso tengo que seguir formándome para poder ayudar a mi grupo y a mi comunidad de la mejor manera. Para mí, eso es ser una mujer transformadora” comentaba en puro idioma guaraní, con el aroma de la ponderada sopa avisando que la cocción ya era suficiente y despertando el apetito de todas y todos los ansiosos comensales presentes. 

Una perspectiva integral

Entendiendo la pobreza mucho más allá de la falta de ingresos o recursos, es posible dimensionar en amplitud todas las aristas que, para las mujeres en situación de vulnerabilidad en Paraguay, reviste esta situación. Estas mujeres se dedican mayoritariamente a la agricultura, a la producción de artesanía, al comercio minorista, a servicios varios, y siempre han sido protagonistas de las dinámicas socioeconómicas de sus comunidades. Sin embargo, han vivido históricamente rezagadas del acceso a recursos y herramientas financieras como créditos, asistencia técnica y tecnología. Y un dato no menor: en su mayoría, estas mujeres deben compaginar el trabajo diario, la necesidad de formación, capacitación y asociación, con el rol de cuidado del hogar y de sus hijos e hijas.  

La iniciativa Mujeres Transformadoras hace foco en acercar este tipo de activos a poblaciones de mujeres focalizadas en los departamentos de Guairá, Caazapá y Caaguazú, a través de estrategias de fortalecimiento de capacidades, desarrollo de espacios asociativos y la introducción de la tecnología como aliada de los microemprendimientos en su amplio espectro. 

La hora complicada es cuando toca atender el negocio -que por lo general es en la vivienda familiar- y no tener donde dejar a las niñas y niños.

Dielcia Viera, de J. Eulogio Estigarribia, tiene una pastelería en su casa. Foto: Fundación Capital

“Te invitan a los talleres o a las reuniones y automáticamente decís: no me voy a poder ir, quién se va a quedar con mi hijo. Pero después te explican que tienen sus espacios de cuidado y ya te tranquilizás, porque sabés que vas a poder asistir tranquila y tu hija o hijo va a estar bien” nos decía Dielcica Viera, repostera y ama de casa oriunda de la ciudad de Juan Eulogio Estigarribia, del departamento de Caaguazú. 

Parte del abordaje integral de la pobreza radica en entender que el triple rol que ejercen las mujeres (cuidados de hijas e hijos, cuidados del hogar y emprendedurismo) muchas veces se traduce en la principal brecha de acceso a las actividades comunitarias, de formación y eventualmente, a la posibilidad de aumentar sus ingresos. 

Espacio de cuidado implementado en el evento de presentación del proyecto. Foto: Fundación Capital
En ese sentido, desde Mujeres Transformadoras se ha detectado como una variable fundamental e ineludible la necesidad de facilitar estos espacios de cuidado infantil para las hijas e hijos de las participantes. Estos espacios se convierten así en verdaderos sistemas de apoyo comunitario, donde las participantes pueden, con toda seguridad, confiar el cuidado de sus hijas e hijos mientras adquieren nuevas habilidades útiles para ir transitando el camino hacia la reducción de la pobreza y el desarrollo de sus comunidades.  

La propuesta es instalar su relevancia de modo a lograr la autogestión de los mismos en manos de las propias mujeres participantes; con la asesoría cercana, la facilitación de insumos didácticos, propuestas de horarios rotativos  y guías de actividades para el cuidado infantil por parte del equipo del proyecto. 

Mujeres que transforman su ecosistema económico

El 2024 se proyecta como un espacio de crecimiento y empoderamiento para las Mujeres Transformadoras. Contemplar la multidimensionalidad del trabajo de erradicación de la pobreza y del mejoramiento de acceso a medios de vida es el desafío más grande. 

Los esfuerzos colectivos de Fundación Capital, en todas sus iniciativas, se presentan como motores que buscan desencadenar transformaciones sistémicas que queden arraigadas en las comunidades con las que se trabaja; donde el cambio sea sinónimo de proyección y crecimiento. 

Posicionar a la mujer trabajadora, emprendedora y lideresa como catalizadora de esos cambios y actora clave en el proceso de desarrollo de sus comunidades, sienta las bases hacia un futuro de transformaciones medulares en nuestras sociedades; en donde la igualdad de oportunidades, el acceso a herramientas y la participación activa en los espacios decisivos se traduzcan no solo en el aumento de ingresos individuales y familiares, sino en una mejor y más justa calidad de vida para todas las personas.

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