Blog del FinDev

Grandes expectativas: Las tecnofinanzas y los pobres

Greta Bull, Directora Ejecutiva de CGAP, reflexiona sobre el gran entusiasmo alrededor de las fintech en la comunidad de inclusión financiera y en qué medida realmente ayudan a los más pobres.
Mujer usando teléfono. Por Mihail Kopychko, Concurso de Fotografía CGAP 2015.

Cada año reflexiono sobre los avances que hemos realizado en materia de inclusión financiera, así como sobre los desafíos que tenemos por delante y la manera en que, en el CGAP, podemos contribuir a abordarlos. Esto último adquirió gran relevancia para mí a fines de 2018, cuando asistí a dos encuentros sobre tecnofinanzas: el Singapore Fintech Festival (PDF, en inglés) y la reunión anual de empresas fintech en las que la Corporación Financiera Internacional (IFC) tiene una participación accionaria. Existe un entusiasmo extraordinario en torno a las tecnologías financieras. Conocí a personas que trabajan en las áreas de insurtech (la rama de las tecnofinanzas que se dedica al mundo de los seguros), pagos, plataformas de factoraje inverso, sistemas de identificación con tecnología de cadena de bloques, micropensiones digitales, plataformas de préstamos entre particulares, crédito digital, comercio electrónico, tecnología regulatoria (regtech) y de supervisión (suptech), inteligencia artificial, aprendizaje automático … y todo lo imaginable. Es impresionante y, debo admitirlo, un poco abrumadora toda la energía, la creatividad y el dinero que se invierte en este ámbito. Ante la oportunidad de ofrecer servicios financieros a mercados masivos en los mercados emergentes, sumado a la apertura de los servicios financieros en Europa gracias a la versión revisada de la Directiva sobre servicios de pago (PSD2), es comprensible que exista gran entusiasmo sobre cómo podemos replantear los servicios financieros para la era digital.

El epicentro de todo este furor es Asia, debido al impulso originado en China e India. Las empresas chinas se están ampliando en forma agresiva hacia los mercados vecinos, por lo que existen grandes expectativas acerca de lo que significará todo esto para la inclusión financiera, desde Pakistán hasta Filipinas. Aún está por ver si las grandes plataformas tecnológicas chinas lograrán generar en estos nuevos mercados el mismo crecimiento explosivo que lograron en su país. No tendrán las mismas ventajas con las que contaban en su propio terreno, pero el dinero y los conocimientos técnicos están ingresando a raudales y, por ello, es fascinante observar estos mercados. En India también hay un gran dinamismo -aunque diferente-, dadas las cuantiosas inversiones públicas para construir la infraestructura que permita conectar los mercados. La singular pila tecnológica de India ha atraído a gigantes tecnológicos tanto de China como de Silicon Valley, y será interesante observar quiénes emergen como ganadores en este nuevo mercado.

"Los pobres son el elemento fundamental de esta ecuación. Siguen siendo la pieza central del relato, pero es fácil que caigan en el olvido en medio del entusiasmo en torno a la tecnología y la innovación".

Al mismo tiempo, hay algo que realmente me sorprendió en ambos encuentros: si bien la expresión “inclusión financiera” se utilizó de forma bastante amplia, no recuerdo que se haya usado mucho la expresión “los pobres” en ninguno de ellos. Sin duda, en ambos eventos participaron algunas empresas dedicadas a prestar servicios a los pobres, pero estos claramente no eran el foco de atención, ni siquiera en el contexto de la inclusión financiera. A pesar de que en un comienzo M-Pesa generó cierta inspiración con respecto a cómo podrían prestarse servicios financieros de manera diferente al mercado masivo, la inclusión financiera ha avanzado mucho más allá de sus orígenes como servicios financieros para los pobres. Mi impresión es que, en la actualidad, las personas se refieren a cosas muy diferentes cuando hablan de inclusión financiera. En vista de todo el entusiasmo y el dinero que fluye hacia las tecnofinanzas para facilitar la inclusión financiera, creo que es importante que la comunidad del desarrollo se detenga a reflexionar sobre cómo se enmarca nuestra labor en este nuevo universo que avanza rápidamente. Los pobres son el elemento fundamental de esta ecuación. Siguen siendo la pieza central del relato, pero es fácil que caigan en el olvido en medio del entusiasmo en torno a la tecnología y la innovación.

Cuidado con las exageraciones

Al reflexionar sobre la revolución de las tecnofinanzas, se plantean algunos desafíos que nuestro sector debe tener en cuenta. En primer lugar, el área de las tecnofinanzas es objeto de un revuelo exagerado. Estas tecnologías parecen ser la solución a todos los problemas del desarrollo, a veces en formas que me hacen cuestionar mi cordura. Todo lo que se cataloga como tecnología consigue financiamiento y atención, ya sea que solucione o no un problema real. Hace poco leí un artículo bastante extremo sobre una solución de cadena de bloques que resolvía el problema de … ¡las microfinanzas! … a un abultado precio del 1% para un préstamo por cuatro días. ¿Acaso no han oído hablar del crédito digital?

Admito que me estoy creando cierta reputación como una persona escéptica frente a la tecnología de cadena de bloques, pero mi problema con ella no es necesariamente la tecnología en sí, sino el hecho de que estamos permitiendo que la última novedad -muy impresionante, por cierto- distraiga nuestra atención de los complejos problemas del mundo real, cuya solución requiere paciencia, inversión y atención, no una solución mágica de esa índole. Sin duda, la tecnología forma parte de la solución, pero es solo una herramienta. Para lograr un cambio real se requieren modelos de negocio sólidos, habilidades y capacidad para marcar una verdadera diferencia con resultados. También se debe entender muy bien el contexto de desarrollo en el que opera cada cual.TWEET

Tener en cuenta las brechas existentes

El otro asunto que me sigue dando que pensar, particularmente en el caso de los servicios digitales para llegar a los pobres, es la difícil pregunta de cómo el mundo digital se conecta con el mundo no digital, que en el caso de la mayoría de las personas pobres aún funciona con dinero en efectivo. Pese al crecimiento exponencial de los pagos a través de la Interfaz de Pagos Unificados (UPI, por su sigla en inglés) en India, sigo teniendo dudas sobre cómo esta infraestructura tan impresionante realmente va a llegar a los pobres. Las empresas pueden generar negocios rentables atendiendo al 10% de la población de mayores ingresos de India, sin siquiera pensar en llegar a los pobres. Y los bancos de pagos, que supuestamente debían ser la interfaz de depósito y retiro de efectivo (CICO, por su sigla en inglés) para clientes de bajos ingresos, han tenido dificultades para hacer despegar sus modelos de negocio debido a las restricciones comerciales incorporadas en las licencias. Pero para que los pobres ingresen al ecosistema digital, tienen que poder convertir el dinero en efectivo en dinero digital y nuevamente en efectivo, y para ello la infraestructura CICO sigue siendo de vital importancia.

También ha sido difícil comprender cómo los grandes gigantes tecnológicos lograrán penetrar de manera significativa en África, al menos en el corto plazo, pues la única forma en que pueden rentabilizar sus servicios en la actualidad depende directamente del modelo de negocio de los operadores de redes móviles. Esto no significa que no podremos resolver el problema de la infraestructura CICO. Pero, para llegar a los pobres, la distribución es un aspecto que requiere más atención, para mejorar su eficiencia y para ampliar su alcance. De lo contrario, el riesgo de una brecha digital es muy real.TWEET

Una mirada al futuro

Entonces, ¿cuál puede ser el planteamiento de quienes nos dedicamos a los servicios financieros para los pobres? A mi juicio, hay tres dimensiones que serán fundamentales para lograr resultados exitosos en los años venideros:

  • Crear una interfaz ubicua y fluida entre las economías digitales y las no digitales, a un costo que las haga accesibles a los pobres;
  • Utilizar modelos de negocio con una gama completa de servicios financieros para atender las necesidades de los pobres, y
  • Asegurarse de que los organismos reguladores estén preparados para permitir la experimentación necesaria y, al mismo tiempo, gestionar los riesgos que planteen los nuevos modelos de negocio.

A continuación, presento algunas reflexiones sobre cada una de estas dimensiones.

El futuro de la inclusión financiera está en la nube … y en los agentes

Tanto India como China han demostrado el poder que brinda construir plataformas tecnológicas integradas, pero lo han hecho de maneras muy diferentes. Una cosa es crear infraestructura integrada para China, con sus 1.400 millones de habitantes, y otra completamente diferente es hacerlo en Zambia, cuya población es de solo 18 millones. Las economías basadas en plataformas requieren escala, rechazan las fronteras y los organismos reguladores, y necesitan soluciones many-to-many (de muchos a muchos), lo cual constituye un desafío especial para las grandes empresas en el caso de África. Por lo tanto, es muy importante continuar creando plataformas digitales interconectadas y abiertas, por ejemplo, mediante la interoperabilidad e interfaces de programación de aplicaciones (API) abiertas; invertir en infraestructura de mercado y datos compartidos, tales como infraestructura de pagos, informes de crédito y herramientas electrónicas de identificación de los clientes o e-KYC, y respaldar bienes públicos como los sistemas de identificación fundacional. Todos estos aspectos contribuyen al surgimiento de las grandes plataformas ubicuas y fluidas que se requieren para ayudar a llegar a los mercados y atender a los pobres. Para lograr la escala requerida en África, estas soluciones también deberán trascender las fronteras y los organismos reguladores, lo que hará necesaria una nueva forma de otorgar licencias y supervisar a estos proveedores.

Otro aspecto igualmente importante es que, para que las personas pobres puedan participar en la economía digital, los servicios de depósito y retiro de efectivo deben ser una mejor propuesta de valor para los proveedores, y esa vía requiere más apertura, no menos. Como señala la Asociación GSM en su informe más reciente sobre la situación del sector, (PDF, en inglés) los proveedores que gozan de altas tasas de actividad y altos ingresos promedio por usuario tenían cuatro características en común: sólidas redes de distribución, regulaciones propicias, un modelo basado en cuentas y un elevado número de integraciones con otros proveedores de servicios. En otras palabras, para generar los volúmenes requeridos a fin de que los servicios de depósito y retiro de efectivo sean una propuesta viable para los proveedores, los operadores deben comenzar a pensar como plataformas, no como extensiones de una empresa de telefonía móvil. Los acontecimientos en Asia pueden servir de inspiración: el gigante digital Alibaba demostró que los servicios de distribución impulsados por el comercio electrónico podían sustentar el desarrollo de una infraestructura de pagos en China. GO-JEK, (i) la empresa indonesia de servicios de transporte a particulares y de servicios de reparto y financieros, ha demostrado que los servicios de depósito y retiro de efectivo pueden combinarse con otros servicios que el público desee utilizar. En India, Eko (i) es una plataforma para transacciones financieras que está intentando crear servicios de depósito y retiro completamente descentralizados, convirtiendo en un cajero automático humano a cualquier persona que posea un teléfono inteligente y algo de dinero en el bolsillo. Y Facebook está surgiendo como una solución informal de comercio electrónico en diversos mercados en todo el mundo, incluida África. Ahora, estas lecciones se están aplicando en otros mercados mediante modelos de negocio de servicios de transporte a particulares, el comercio electrónico y el reparto de comida a domicilio.

Los servicios financieros tradicionales siguen siendo importantes, … pero los proveedores deben adaptarse

Una vez le preguntaron a Willie Sutton, famoso asaltante de bancos estadounidense, por qué robaba bancos. Su respuesta: “Porque allí es donde está el dinero”. Aunque la anécdota puede parecer apócrifa, la afirmación es tan cierta hoy como lo era en la década de 1930. Los bancos cumplen un rol importante al inyectar liquidez en los mercados e intermediar depósitos, y es importante no pasar por alto dicha función en medio de todo el entusiasmo y la disrupción que provoca la tecnología. En mi opinión, los bancos y las instituciones microfinancieras (IMF) todavía tienen una función importante que cumplir en el nuevo panorama de los servicios financieros. Las personas pobres necesitan más servicios, no solo pagos y créditos digitales a corto plazo. Ellas necesitan ahorrar, invertir y contratar seguros. Las instituciones financieras están especialmente bien preparadas para atender esas necesidades, en muchos aspectos, pero tienen que pensar en cómo hacerlo de manera diferente en la era digital.

"Los bancos y las instituciones microfinancieras (IMF) todavía tienen una función importante que cumplir en el nuevo panorama de los servicios financieros. Las personas pobres necesitan más servicios, no solo pagos y créditos digitales a corto plazo".

Hace poco leí un trabajo (i) en el que se demostraban los efectos de la eliminación de los servicios de microfinanzas a nivel comunitario tras la crisis en Andhra Pradesh. Si bien en la literatura de impacto se presenta un panorama bastante ambivalente de las repercusiones del microcrédito en el crecimiento y la rentabilidad de las empresas individuales, en esta investigación se analizan los efectos que produjo en las comunidades rurales la repentina eliminación del microcrédito. Se comprobó que la contracción del crédito redujo los jornales diarios esporádicos, los ingresos salariales de los hogares y el consumo en las zonas afectadas. Si la liquidez de un mercado se reduce repentinamente, es obvio que dicho mercado disminuya de tamaño. El crédito y otros servicios financieros son importantes para que una economía funcione en forma eficiente, ya sea que el mercado se encuentre en Estados Unidos o en una aldea rural en Andhra Pradesh.

Los aspectos económicos en torno a la prestación de servicios a los pobres siguen siendo desconcertantes. No hay duda de que las tecnofinanzas pondrán en tela de juicio los actuales modelos de prestación de servicios financieros, pero a mí aún no me queda claro que esos nuevos actores hayan dilucidado completamente la dinámica de costos de la atención a los pobres. Además, cuando los bancos intervienen, tienen algunas ventajas comparativas importantes: el dominio de la regulación financiera, voluminosos balances generales, la capacidad de intermediar depósitos de baja cuantía, sólidas capacidades de gestión de riesgos, relaciones con clientes leales, y extraordinarios activos en forma de datos. Las IMF ciertamente no poseen todas las cualidades de los bancos, pero aportan algo más: un fuerte énfasis en la prestación de servicios financieros a los pobres, además de comprender las necesidades de su clientela. Integrar a bancos e IMF en la economía de las plataformas digitales de una manera que les permita atender al mercado masivo en forma económica será tan importante para el futuro de la inclusión financiera como construir las plataformas que la hacen posible. Para ello, los bancos deberán hacer una introspección para comprender su ventaja comparativa en una cadena de valor de servicios financieros que se está desagregando rápidamente y reaccionando de una manera mucho más ágil frente al cambio. También deberán entender la tecnología e incorporarla profundamente en sus actividades, adoptar una mayor apertura, poner a los clientes al centro de todo lo que realizan, invertir en nuevas habilidades y pensar seriamente en la formación de alianzas. En Europa están apareciendo novedosos modelos bancarios como resultado de la PSD2, y será interesante observar cómo este nuevo planteamiento puede aplicarse en los mercados emergentes.

Además, debemos asegurarnos de no introducir disrupciones que provoquen daños inesperados. Informes recientes sobre Kenya (i) muestran los peligros del nuevo paradigma: actualmente hay bancos de microfinanzas en ese país que enfrentan una grave amenaza, irónicamente no en forma directa por parte de M-Pesa, sino por la incorporación al espacio digital de financiamiento para consumidores de entidades bancarias que operan con depósitos de baja cuantía. Los límites de las tasas de interés impuestos a los productos crediticios tradicionales han alentado a los bancos a cambiarse a canales digitales, donde los proveedores, en gran medida, han logrado eludir dichos límites. Esto ha redundado en un extraordinario crecimiento de los créditos digitales y ha generado indicios de presión competitiva sobre el sector de las microfinanzas. Si bien es mucho lo que se puede mejorar en dicho sector en África, no me queda muy claro que queramos que desaparezca por completo y sea reemplazado por productos digitales caros de corto plazo. La disrupción puede y debe ser una fuerza positiva en el sector financiero, pero debemos velar por que la inclusión financiera responsable para los pobres no se convierta en un daño colateral durante el proceso.TWEET

Los organismos reguladores son fundamentales, … pero deben ir al compás del acelerado ritmo de cambio

El caso de Kenya ilustra los desafíos que enfrentan los organismos reguladores y de supervisión para fiscalizar este nuevo y desafiante panorama de los servicios financieros. La aplicación poco uniforme de un límite a las tasas de interés puede crear fuertes incentivos hacia ciertos tipos de productos, lo que tal vez no genere los resultados que el organismo regulador espera lograr.

Kenya ha suscitado gran atención por las innovaciones que ha propiciado, y las mejoras de los indicadores de inclusión financiera superan con creces lo conseguido por prácticamente cualquier país del mundo. Sin embargo, con este cambio surgen nuevos riesgos, y los organismos reguladores deben mantenerse atentos a las amenazas incipientes. Mientras más rápido avanza el carro de la innovación, más difícil será seguirle el ritmo.

Tenemos una idea bastante clara de los tipos de decisiones de política que facilitan los servicios financieros para los pobres, pero aún no sabemos muy bien cómo proceder una vez que se introducen estos cambios. Es necesario reestudiar, y tal vez redefinir, el perímetro regulatorio; otorgar licencias y supervisar a los nuevos proveedores; mejorar las normas sobre ciberseguridad; reforzar los mecanismos de protección de los consumidores, y mejorar las leyes sobre protección y privacidad de los datos y sobre competencia, entre otras cosas. Se hace cada vez más necesario equipar mejor a los organismos reguladores para afrontar los desafíos que hay por delante, y esta es un área que la comunidad del desarrollo a menudo pasa por alto.TWEET A mi juicio, el papel de dichos organismos es sumamente importante para proteger lo que se ha avanzado en materia de inclusión financiera en los últimos años. Los bancos de prueba (sandboxes) y el dinero fíat digital son excelentes, pero existen deficiencias bastante importantes en los aspectos básicos que deben ser abordadas urgentemente en forma paralela.

Replanteamiento del rol del CGAP

Lo que me hace volver al CGAP. A menudo el CGAP se ha considerado a sí mismo a la vanguardia de los avances en materia de inclusión financiera, pero a medida que el mundo adopta las tecnofinanzas, creo que tal vez debamos adecuar nuestro modo de pensar. Cada vez resulta más difícil sostener que operamos a la vanguardia de la tecnología, cuando grandes instituciones con muchos recursos financieros -como Ant Financial, TenCent, BBVA, Google, Facebook, Amazon y el Banco Mundial- están invirtiendo considerablemente en el uso de la tecnología para ampliar el acceso a los servicios financieros. Estamos tan entusiasmados con el ritmo de cambio como todos los demás, pero pienso que ya no tenemos que convencer a nadie acerca de la importancia de la tecnología para los servicios financieros.

La tecnología es un aspecto fundamental de la transformación de los servicios financieros. La ventaja comparativa del CGAP está en nuestras profundas raíces en el ámbito de las microfinanzas y la inclusión financiera de los pobres, además de nuestra experiencia en finanzas digitales en los últimos 10 años. El desafío para el CGAP consistirá en unir esos dos mundos, manteniendo a los pobres en el centro de nuestra labor y, al mismo tiempo, pensando seriamente en cómo podemos aprovechar las impresionantes innovaciones que están surgiendo para lograr nuestros objetivos: asegurar que las personas pobres puedan aprovechar efectivamente las oportunidades y administrar los riesgos. Para ello, debemos ver más allá del revuelo que se ha producido, probar nuevos enfoques tanto públicos como privados, entender aquello que realmente funciona para los pobres y cuáles son las limitaciones de esos enfoques, y aplicar esas enseñanzas a la hora de prestar y regular los servicios financieros para los pobres. Y, evidentemente, tenemos que compartir las enseñanzas con nuestros numerosos socios y partes interesadas, para que puedan incorporarlas en sus propias iniciativas.

La buena noticia es que se están haciendo muchas cosas positivas, que en el año que tenemos por delante generarán nuevos conocimientos y servirán de inspiración a quienes trabajamos en el área de la inclusión financiera de los pobres. En lo que a mí concierne, estoy ansiosa por saber lo que nos depara el año 2019.

Este es el primero de una serie de ensayos preparados por directivos del CGAP en la que se analizarán temas que configuran el futuro de la inclusión financiera. Los ensayos se publicarán trimestralmente.

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